Por: Miguel Gonzales Corrales – Escritor arequipeño.
Una de las novelas más antirreligiosas del catolicismo, dentro del orbe literario, es «El evangelio según Jesucristo» (1991) del escritor portugués José Saramago, Premio Nobel de Literatura en 1998. Se trata de una obra cuyo narrador presenta a un Jesús humano, quien, desde la cruz, en su agonía, recuerda su pasado, desde su niñez. Jesús está muy dolido por la vida que llevó desde su infancia alimentando la idea que era hijo de Dios. Sin embargo, a través de cada capítulo, descubrimos a una persona cada vez más complicada en su entorno social, Judea, plagada por gente insensata a quienes no entiende, sabe que debe afrontar una tarea que él mismo tampoco comprende, pero debe hacerlo porque así lo decidieron otros. Tiene una infancia casi mendiga. María, su madre, antes que José muriera crucificado por lo romanos, llegó a tener algunos hijos más. Valiéndose por sí solo, peregrino por algunas aldeas, quiere aprender algo de carpintería y no lo logra, llega a un lugar llamado Magdalena y conoce a María con quien convive como marido y mujer.
Luego emprende un peregrinaje para hablar de la palabra de un Dios que no sabe quién es, pero debe afrontar ese reto, de alguna manera, para sobrevivir, junto a su mujer. Pero cuando empieza su ministerio invoca la palabra de Dios, quien, se supone, le había dicho, debía fundar un sistema religioso para él mismo, un egoísmo que Jesús no comprende y menos comparte. Finalmente, lo acepta y cumple un mandato sin estar convencido totalmente. Después de ejecutar su ministerio, muere en la cruz después de recordar todo ese pasado engañoso porque entiende que no cambio nada porque la gente sigue igual.
Se trata de un evangelio como si hubiera salido de la Biblia, un texto narrado de modo omnisciente donde nos muestra un estilo semejante como el contado en los evangelios religiosos, pero las diferencias son notorias: Un Jesús quien no sabe qué quiere, un ángel en la anunciación, una persona incierta, María Magdalena es su mujer, sus apóstoles son unos peregrinos a quienes apenas recuerda porque son mas pupilos que apóstoles, María, la virgen, llega a tener más hijos, hermanos de Jesús, José es muerto por los romanos y un final donde nunca Jesús redimió a la humanidad. Entonces, enfrentamos a un complejo antihéroe del Cristo que conocemos, alguien quien es sometido por la voluntad de sus padres, alguien temeroso de la vida que tiene. En algún momento llega a enfrentare con el Demonio en la figura de un pastor, pero la simplicidad de su vida hace que no se dé cuenta con quien trataba. Jesús es un humano con pensamiento simple, con miedos y deseos como tener una mujer a su lado.
En ningún momento en la novela se percibe el símbolo de lo divino como hijo de Dios, más bien, es un ser endeble y sumido en la realidad como un poblador más de Judea. Solo su ministerio es una secuela de hechos no magnánimos, sino simples enfrentamientos con gente quienes no lo querían. Lo mimo que las fascinantes historias bíblicas, esta novela es un repertorio más en la literatura fabulando la narración de una de las personas más icónica de la humanidad como lo hicieron en su momento Kazantzakis con «La última tentación», «Figuras de la pasión del señor», Gabriel Miró, «Barrabas y otros relatos», Uslar Pietri, «Rey Jesús», Graves, «El maestro y Margarita», Bulgákov, entre otros.