De “La calle está dura” Sarko Medina Hinojosa-Aletheya 2020
Martín y su madre bajan por una curva hacia el mercado “La Parada”. Tiene las manos frías. Son las nueve de la noche y ese lugar se convierte en un silencioso y lóbrego lugar para tomar el transporte público. Aún faltan dos curvas y unas escaleras que llevan al grifo donde cada media hora pasan lo buses de franjas cremas y marrones.
A la mujer le gustaría caminar más rápido, pero el niño apenas tiene seis años y es pequeño. No puede obligarle a correr, jugó todo el día con sus primos, a los cuales ve de vez en cuando. Esencialmente, alguno de los domingos en que pueden darse el lujo del viaje de una hora desde su casa en Mariano Melgar a Sachaca, barrio chacarero. El problema es cuando se hace tarde y no hay buses desde el cerro y tienen que bajar al paradero del mercado. Esta vez es muy tarde.
Una muchacha, ágil, maciza y apurada, pasa a su lado, casi corriendo. “Ella alcanzará el carro antes que nosotros, ¡Pucha!”, piensa la madre y quiere renegar y culpar a su hijo por no apurarse, a su esposo por no acompañarla y preferir chupar con sus amigos ese día o eso es lo que dice… Existen momentos en que todo se acumula en la garganta y no se puede desfogar como se quisiera porque se está haciendo algo. Ahora ella está jaloneando a su hijo, apurándolo.
Al llegar a las gradas disminuye aún más el paso porque hay que bajarlas con cuidado. No hay luz. De pronto sienten un ruido extraño, un gemido se escucha y un “¡Cállate!” y “¡Ahí viene otra!”, “vamos por ella” y de pronto el peso del niño es nulo.
La fuerza que la impulsa es un miedo concreto. “¿Quiénes son esos hombres que salen de lo oscuro?, ¿jugaban a las escondidas?”, piensa Martín mirándolos por encima de la espalda de su madre, que lo tiene apretado a su pecho, mientras corre hacia luces cercanas.
“No lo lograré”, pasa por la mente de la mujer una y otra vez. Piensa en lo qué le harán los malditos, en qué le están haciendo a la pobre muchacha, en qué le hará su marido cuando lo sepa, qué le pasará a su niño. “No pienses ¡Corre, corre!”, dicta su mente. En las manos de uno de los tipos brilla el metal.
La mujer llega a la esquina del barrio cercano, se agacha y coge una piedra. El niño se resbala por un momento, pero se agarra de nuevo al cuello de su madre. La mujer corriendo lanza la piedra a una de las ventanas de las casas. Se oye un chillido. El tipo que estaba por alcanzarla se para en seco, da media vuelta y huye. Una puerta se abre y un hombre en pijama aparece con un palo de escoba en la mano. Ella pide ayuda mientras salen otras personas de varias casas. “¡Llamen a la policía… Hay una chica… ¡La están violando!”. Los vecinos toman valor suficiente para correr armados de piedras y palos. Pasa un momento tenso y a lo lejos se escucha ruidos de pelea, insultos, un grito agónico. La mujer aprieta el cuerpo contra sí. Martín creía que todo era un juego, pero al notar las lágrimas en sus mejillas, se larga a llorar.
En marco del mes de Arequipa, la editorial independiente Aletheya realiza una intervención urbana que consiste en colocar fragmentos de un relato o poema, de escritores arequipeños, en asientos de los buses de transporte público. Los stickers, a través de un código QR, invitarán a conocer el texto completo en la página web de Entre Líneas medio aliado para la ejecución de este proyecto.