Navegando un día en las redes sociales realicé una publicación donde empleaba el término “lectrices” para referirme a las mujeres que leen o que tienen el hábito de leer. Inmediatamente recibí —con maledicencia y arrogancia— un comentario que decía: «No existe la palabra ‘lectrices’ (lectriz), existe ‘lector(a)’. No dudo que por allí tenga un diccionario, hay que usarlo un poquito para no patinar».
El inquisidor adjuntaba con orgullo una “captura de pantalla” como la prueba definitiva de su acusación, donde consultaba la entrada “lectriz” en el Diccionario de la Lengua Española (DLE Virtual) sin resultado alguno.
Por desgracia —al igual que este insufrible internauta— muchas personas emplean mal o desemplean el Diccionario de la Real Academia Española. Todas las entradas que figuran en el DRAE no son definitivas. El lexicón contemporáneo se ocupa de palabras y expresiones con uso vigente, mas no de arcaísmos. Por este motivo, debiera denominarse “Diccionario del Español Actual”, como el compendio de Manuel Seco, Olimpia Andrés y Gabino Ramos.
Correcto, pero ¿es válido emplear el vocablo “lectrices” para denominar a las mujeres que leen? El vocablo “lectrices” es completamente válido, solo que no rige su uso. Su composición es gramaticalmente correcta, sin embargo actualmente empleamos “lectora” y “lectoras” para denominar en femenino a las personas que leen o que tienen el hábito de leer.
“Lectrices” es plural de “lectriz”. El sufijo “-triz” indica femenino de palabras terminadas en -dor y -tor, en este caso de “lector”. Entre otros ejemplos, se encuentran: actor (actriz), director (directriz), bisector (bisectriz), institutor (institutriz), etc. Por ende: lector (lectriz).
En multiples casos, la terminación -iz es parte del sufijo -triz, que forma sustantivos femeninos y adjetivos que significan “agente”. Cuando las palabras con esta terminación se escriben en plural, la Z se reemplaza por C, por ejemplo: actriz (actrices), directriz (directrices), institutriz (institutrices), barniz (barnices), perdiz (perdices), etc. En nuestro caso: lectriz (lectrices).
Por consiguiente, el único vocablo en femenino de “lector” no solo es “lectora”, sino también “lectriz” y al pluralizarlo es válido “lectrices”. Equivalentes en significado, ambos términos son correctos para denominar a la mujer que lee. Entonces, según las primeras tres definiciones del término, se denomina lector o lectora (y lectriz) a la persona: 1) adj. Que lee o tiene el hábito de leer; 2) adj. Que lee en voz alta para otras personas; 3) adj. Perteneciente o relativo a la lectura. Comprensión lectora.
Cabe señalar que la palabra “lectriz” también solíase usar como sinónimo de institutriz, en oficios como “lectriz de francés” en referencia a la mujer que dictaba lecciones y lecturas en francés. En este caso, el vocablo se aproxima más a la definición de “lectivo”, vale decir: referente al tiempo y días destinados para dar lección. Pero también se refiere a la mujer que lee en voz alta para otras personas como servicio, favor, pasatiempo u oficio.
La no presencia de un vocablo en el DRAE no quiere decir que no exista, pueden tratarse de extranjerismos, neologismo, arcaísmos, etc. Lamentablemente esta palabra no figura en los diccionarios contemporáneos porque no cuenta con suficientes hablantes y se encuentra en desuso. Las palabras “lecturable” y “lecturalicio” tampoco figuran en el lexicón, sin embargo fueron empleadas en siglos pasados y en la actualidad algunos escritores o intelectuales las usan.
El vocablo “lectriz” se trata de un arcaísmo. Solía usarse en los siglos anteriores al XIX, en el XX era rarísimo, pero si consultamos literatura o ensayística de esta época, nos cruzaremos con esta palabra en más de una oportunidad. Tal es el caso de la novela “Honor de artista” (1890) del escritor y dramaturgo francés, Octave Feuillet, quien emplea en repetidas ocasiones este vocablo: «Había hallado, sin embargo, modo de crearse sólida reputación de alma generosa, recogiendo cierta joven huérfana, lejana pariente de su marido, la cual le servía de lectriz, enfermera y aun poco de doncella» (p. 13). Más adelante, Feuillet escribe: «Tan rápida y profunda fue la turbación de la lectriz que pareció imposible a la baronesa hacerse la inadvertida» (p. 48).
De manera más reciente Víctor Hurtado Oviedo hace uso de este vocablo en una columna de opinión publicada el 5 de marzo de 2021 en el semanario “Hildebrandt en sus trece”. Se trata del nro. 529 de la revista, donde apunta lo siguiente: «Lectrices y lectores pasarán un carcajeable rato si acceden al ‘Glosario extenso de géneros no binarios’».
Por último, en 2009, el escultor y artista mexicano, Sergio Peraza, realizó un busto en homenaje al poeta Amado Nervo, que expuso junto a una pequeña escultura en bronce llamada “La Lectriz”. La pequeña estatuilla, muestra a una mujer leyendo y representa, según el artista, al poemario “La amada inmóvil” del prolífico vate mexicano.
Por Rivaldo Vásquez.