Durante la primera quincena de agosto y los últimos días de julio, la asociación cultural Artescénica, presentó en Arequipa una adaptación teatral de “El Cartero de Neruda”: la nostálgica y contundente novela del escritor chileno Antonio Skármeta, que en sus primeras ediciones llevaría por título “Ardiente Paciencia”1.
“El Cartero de Neruda” (1985) es un hermoso y emocionante homenaje a la poesía, un libro repleto de humor y expresiones fecundas2. Esta novela ha sido merecidamente traducida a veinticinco idiomas, interpretada en múltiples escenarios y adaptada en tres películas.
La sinopsis es la siguiente: Mario Jiménez es un joven de diecisiete años que decide convertirse en cartero de Isla Negra (Valparaíso, Chile). Donde la única persona que recibe y envía correspondencia es el poeta Pablo Neruda. Ambos entablarán una relación de amistad y en el tumulto de las emociones, y la atmósfera caótica de Chile de aquellos años, el joven cartero encontrará a su musa, una adolescente también de diecisiete años llamada Beatriz Gonzáles.
La puesta y adaptación teatral de Artescénica estuvo dirigida por Andrés Luque Ruiz de Somocurcio y se presentó en el Teatro Mario Vargas Llosa en ocho funciones. El guión se amoldó en promedio al 90% de los diálogos del libro. Las interpretaciones estuvieron a cargo de Gustavo Casal como un elocuente Pablo Neruda, Erick Alpaca como un cándido Mario Jiménez, María Alejandra Márquez en las pieles de una dulce y conmovedora Beatriz Gonzáles, y Julia María Montesinos en la portentosa Rosa, viuda de Gonzáles.
Obtuve noticia de esta adaptación durante el mes de abril, cuando se presentaron las obras “Francisco” y “Última Piedra” —en homenaje a Francisco de Zela y César Vallejo—, por tanto y en promedio se laboró exclusivamente en “Ardiente Paciencia” durante casi cuatro meses: el resultado fue un producto satisfactorio para el teatro arequipeño.
El vate y la viuda
El poeta chileno Pablo Neruda poseía una voz serena y tranquila, casi apagada, pero al mismo tiempo pasiva y reflexiva. Gustavo Casal, interpreta a un Neruda elocuente y versátil, con voz vibrante. Interpretación que recuerda al discurso de un político latinoamericano del siglo XX.
Sin embargo, el primer acierto de esta adaptación en Arequipa, es la elección de este actor. De igual modo, la elección de Julia María Montesinos para dar vida a Rosa, personaje que genera contraste, añade cotidianidad y gotas de humor en la puesta.
Ambos, son competentemente interpretados. Sin su presencia y experiencia actoral, la obra perdería su firmeza. Tanto su expresividad corporal como la efusividad de sus diálogos, logran generar un impacto en la audiencia.
Un aspecto negativo (y mínimo), es que, durante la última función, la voz de los actores varones resonó con mayor eco y volumen. No dejaba de preguntarme si los asistentes de la quinta fila podían escuchar con claridad los diálogos de las actrices.
A pesar de este último detalle —sin mucha relevancia—, si usted, lector (a), tiene la oportunidad de ver a Julia María Montesinos y Gustavo Casal en escena. No dude y asista a alguna obra donde participen estos seniors actores.
La joven y el cartero
La interpretación de María Alejandra Márquez como Beatriz Gonzáles, es tierna y conmovedora. Acertada. La actriz logra con eficacia personificar la ilusión de una joven que se enamora de la poesía y las vicisitudes del cartero.
La presencia de este personaje durante toda la obra es relativamente mínima. Posee pocos diálogos. Sin embargo, es un personaje clave para construir la trama y lograr una narrativa bidireccional. Esto permite obtener una retroalimentación de la audiencia o el lector (a).
En cuanto a este personaje, solo hay dos aspectos a considerar negativos. El primero es que, en ocasiones, la efusividad de una Beatriz enamorada se siente excesiva. Segundo: el personaje debió tener más diálogos.
Por otro lado, esta adaptación de “El cartero de Neruda” nos presenta a un Mario Jiménez muy risueño. En extremo ingenuo y de pocas luces. El personaje del relato original es un chico anonadado y desconcertado, pero de una viveza y picardía particular. Es probable que este personaje se aproxime más a como fue interpretado por Oscar Castro en la película Ardiente Paciencia (1983) dirigida por el mismismo Antonio Skármeta.
Erick Alpaca da vida a un cándido Mario Jiménez, quien posee un talante sincero y una mirada conmovedora. La expresividad de su rostro es probablemente su mayor fuerte, gracias a esto, el anuncio de su amor resulta crédulamente auténtico.
Sin embargo, los jadeos del mismo —en la interpretación— son excesivos. Ocasionales en el caso de Beatriz. Emplear “la respiración agitada” en jóvenes actores para expresar emociones, despoja la verosimilitud de una emoción real. Reducir el amor a un suspiro o una mirada perdida, resulta agotador al contemplar la misma técnica semanalmente en múltiples obras de teatro.
Esta no es una crítica a las adaptaciones como tales, la libertad de estas al remover y estrujar una obra para escenificarla —y quizá re interpretarla— es un derecho que por autonomía las compañías teatrales gozan. Soberanía que respeto. Se trata, por el contrario, de los recursos y técnicas desgastadas que se utilizan en el teatro arequipeño, que, por desgracia resultan en sobreactuaciones y escenas forzadas.
No es el caso de “Ardiente Paciencia”, al menos no en un 90%. Esta obra, a pesar de lo mencionado, contó con buenos actores y actrices, y un acierto adicional es haber elegido jóvenes para interpretar jóvenes.
Otros aspectos de la obra
En ocasiones, el diálogo y la interacción entre los personajes no resulta tan digerible. La ambientación y musicalización fueron pertinentemente encantadoras. La escenografía e iluminación es creativa (la escena donde se lee la carta de Neruda fue visualmente atractiva).
No cabe duda que la mejor escena es la disertación final del poeta, en pieles de Gustavo Casal, a quien sentimos desfallecer como el verdadero Ricardo Eliécer Neftalí Reyes Basoalto, vale decir, Pablo Neruda.
En cuanto a la adaptación en sí misma, se eluden algunos aspectos que podrían haber resultado interesantes en una obra teatral. Por ejemplo, una característica particular del libro es la política socialista que adoptan sutilmente los protagonistas3. A medida que se desarrollan los sucesos se va construyendo el clima social de la época (la ascensión de Allende al poder y el golpe de estado) reflejado al final de la novela. Sin embargo, el clima político construido por el escritor chileno se evita o menciona poco.
Por otro lado, la adaptación está desprovista de erotismo. En el Teatro MVLL un jovial Mario Jiménez huye con Beatriz Gonzáles (hasta hacen maletas) para fecundar su amor. El humor sensual y el sexo escrito en prosa esplendida por Skármeta no se hace presente. Una transición abrupta acelera la obra y luego del intermedio las escenas se sienten disímiles.
La iniciativa de Andrés Luque Ruiz de Somocurcio y de Artescénica por adaptar y producir obras teatrales en relación a la cultura letrada, era necesaria. A pesar de los detalles mencionados, esta obra fue admirablemente interpretada. Por sobre todo, revivir esta magnífica novela en una puesta teatral ha sido memorable y más aún desde una región como Arequipa. Esperemos que regrese en una segunda temporada.
Notas
1. Esta curiosa expresión, perteneciente a Rimbaud, sería utilizada por Pablo Neruda para embestir de coraje y culminar lapidariamente su discurso del Nobel de Literatura en 1971: «Sólo con una ardiente paciencia conquistaremos la espléndida ciudad que dará luz, justicia, dignidad a todos los hombres».
2. Expresiones y diálogos como: “¿Más tranquilo que gato de porcelana?” (p.23); “como un barco temblando en mis palabras” (p. 26); “todo lo que en el mar era elocuencia, en él fue mudez” (p. 29); “mijita, si usted confunde la poesía con la política, lueguito va a ser madre soltera” (p. 52)”; “cuando los hombres se calientan hasta el hígado se les pone poético” (p. 56); “lúbricas abejas en los momentos que tenían orgasmos de sol contra sus trompas fruncidas sobre el cáliz de las margaritas” (p. 98); “promulgó un orgasmo tan estruendoso, burbujeante, desaforado, bizarro, bárbaro y apocalíptico, que los gallos creyeron que había amanecido” (p. 114); etc. Ed. Debolsillo.
3. Mario logra ser parte del movimiento de izquierda de su tiempo, narra Skármeta: «Tanto se había divulgado su coqueteo con las musas, que la voz llegó hasta el telegrafista, quien lo conminó a leer algunos de sus versos en un acto político-cultural del Partido Socialista de San Antonio» (p. 49). Ed. Debolsillo.
Texto y notas por Rivaldo Vásquez.