Era un lunes 14 de agosto, pocos días antes el medio de comunicación Entre Líneas Cultura me dio el visto bueno para poder llevar a cabo como estudiante mis prácticas pre profesionales. Como algunas personas saben, en Arequipa (ciudad donde vivo), la tradicional “Bajada de Ccapo” se lleva a cabo ese día. Sin planearlo, ese día mi labor de periodista empezaría.
Siendo sincero, no soy el fan número uno del periodismo de campo, pero me ofrecí a realizar una sesión de fotos. La “Bajada de Ccapo” pasaba por mi casa, así que no era complicado para mí poder realizar una sesión de fotos. Terminé la sesión, en más de una ocasión aproveché la situación para decir “soy de prensa” y poder pasar a lugares donde no todos podían. Todo iba bien, envié las fotos y le gustó a las personas del medio, pero para mi buena suerte, mientras bajaba uno de los “diablos” disfrazados tuvo la brillante idea de pintarme la cara de morado. Si antes no me gustaba el periodismo de campo, ese día salí detestándolo.
No pasaron muchos días y me encomendaron una tarea: mi primera conferencia de prensa. No puedo negar que me hizo ilusión, pero también me generó unos nervios enormes. Yo no sabía nada, creí que todas las conferencias de prensa eran como las del fútbol donde un director técnico se sentaba y solo le hacían preguntas, que equivocado estuve. Llegué al lugar, todo era nuevo para mí, era el más joven y todos los periodistas con mayor edad que la mía me miraban como al “nuevo”. No sabía que se tenía que firmar la entrada, no sabía dónde sentarme y sobre todo no sabía qué tenía que hacer. Ese día además de conocer a mi jefe, descubrí mi instinto de supervivencia.
La indicación que recibí es “toma apuntes para que luego hagas una nota”, sé tomar apuntes, pero jamás en mi vida había escrito una nota periodística. Copié los movimientos de los periodistas que en mi opinión parecían expertos. Saqué mi celular, puse la grabadora y en un cuaderno anotaba cosas, el tema era “Arequipa en riesgo de perder su título de Patrimonio Cultural”. Al salir de la conferencia, me sentía lleno de ilusión, la asociación encargada de esto me convenció de que buscaban el bienestar cultural de la ciudad y lamentablemente, ese día cometí mi primer error como periodista.
Terminé mi nota, recuerdo habérsela enviado a mis padres, mi enamorada y mis amigos, todos me decían que estaba bien hecha, así que orgulloso la envié. Todo parecía en orden, hasta que salieron más datos donde se veían irregularidades en todo lo que yo creí y defendí en mi nota. Luego de tener que rehacerla más de 3 veces, mi nota fue publicada, y yo, con un sinsabor enorme. Lo único que quería era olvidar todo esto y poder hacer una nota sobre cualquier otro tema.
Fueron pasando los días y tenía más trabajos en el medio, nada sumamente complicado, solo cubrir un par de conferencias más y realizar notas. Cada nota que hacía, iba mejor, no tenía que corregir los mismos errores cada vez que escribía, redactaba de mejor forma. No me complicaba yo mismo por desconocer los temas. Llegó un punto en el que se hizo rutina, ya sabía que tenía que salir y días después presentar mis textos. Hasta que pude ver en la página web que mi nombre aparecía varias veces. Quizás para algunos no es la gran cosa, pero para mí, el hecho de leer “Por Nicolás Gambetta” era un logro. Qué iba a pensar yo, fiel detractor del periodismo de campo, iba a sentirse tan bien al ver su nombre en cada uno de los textos que redacté en base a mi trabajo de campo.
A lo largo de los meses, mi trabajo en el medio dejó de ser algo complicado, creo que “agarré cancha” como dicen. Todo estaba en orden, hasta que llegó el día: la Orquesta Sinfónica de Arequipa salió a protestar a la Plaza de Armas. Yo creí que todas las protestas eran una locura. Cuando me dijeron que tenía que ir me preocupé, recuerdo haberle dicho a mi familia “espero no me caiga una piedra en la cabeza”.
Nuevamente — y como se leerá varias veces en esta crónica — me equivoqué. ¡Y qué equivocado estuve! Con tan solo llegar a la plaza, vi cómo armaban un escenario y colocaban todos los instrumentos. Un músico me pidió sostener su mochila mientras se ponía su polo donde tenían escrita la demanda de la orquesta a las autoridades. Muy amablemente, el músico me preguntó qué hacía ahí, y con una voz nerviosa le dije “soy prensa”.
Si alguna vez tienen la oportunidad de hacer un trabajo periodístico o deciden tener esta profesión, deben saber que simplemente decir “soy prensa” es tu aliado más grande. Automáticamente llamaron a los directores de la orquesta. Cuando me preguntaron de qué medio era, al escuchar que era un medio cultural, vi la ilusión que tenían de que mi labor pueda ayudarlos. Por pura ignorancia, yo no conocía la importancia de la cultura en ese aspecto. El director —una de las personas más amables que he conocido en mi trabajo de campo— me contó lo que sucedía. La verdad jamás creí que la orquesta sufra tantos inconvenientes y que nadie pueda brindarles ayuda. Todo lo que me contó ese día “tocó mi corazón”.
Preparé todo para la transmisión que iba a realizar, busqué el mejor lugar, en verdad quería que todo el mundo ayude a la orquesta. Todo estaba bien, las tomas que hacía a los músicos y las canciones que tocaban se oían espectacular, hasta que llegó el momento de entrevistar. Las palabras que dijo el director en la transmisión eran perfectas para lo que yo tenía planeado. Pero no se me ocurrió la brillante idea de pedirle un micrófono a mis jefes, nuevamente me equivoqué. La transmisión no se escuchaba casi nada. Yo estaba molesto, hasta que, por obra de Dios, se pudo rescatar algunos minutos de mi transmisión y usar el video para una publicación.
Pasó el tiempo y ya me sentía el periodista más experimentado del mundo. Los errores quedaron atrás y todo estaba en orden, hasta que sucedió lo que tanto temía, me indicaron que tenía que realizar una entrevista. Sin mentir, no sentía tanto miedo desde mi examen de admisión de la universidad.
El motivo de la entrevista era el Hay Festival Arequipa 2023, y yo no tenía ni idea de qué era eso. Investigando un poco, descubrí que era uno de los festivales de cultura más grandes del mundo. Sí, del mundo. Los nervios estaban a tope, tenía que escoger a quién entrevistar y no tenía ni idea de quiénes eran las personas invitadas. Después de un rato leí en la web “Roberto Palacio” y como buen hincha de la selección peruana dije: “¿El Chorri? ¿Qué hace aquí?”. Pero no era futbolista ni peruano, se trataba de Roberto Palacio, filósofo colombiano que venía a presentar su libro “La era de la ansiedad”. Sólo con leer esto, yo ya tenía claro que Roberto era la persona que yo quería entrevistar.
Siempre he sido defensor del cuidado de la salud mental. Me apena decirlo, pero es común ver en mi país que al mencionar que irás al psicólogo o tienes alguna condición, eres un “bicho raro”. Me preparé hasta el cansancio, hice una lista de treinta preguntas. Cuando me dijeron que tenía solo 20 minutos para entrevistar, tuve que reducir las preguntas a 10. ¡Qué difícil es reducir un número de preguntas que tenías claro que querías hacer! Y es aún más difícil escoger solo diez preguntas de un libro entero que tuve que leer en tres días.
Llegó el día, contaba con realizar mi entrevista a las tres de la tarde. Ese mismo día cumplía un mes más con mi enamorada, por lo que estábamos desayunando juntos. Como es común en el periodismo, hubo un cambio de planes. Mi jefe me llamó, me pidió amablemente que realice mi entrevista al medio día, yo no sabía qué hacer. La camisa que planché, mis preguntas impresas y todo en general estaba en mi casa, pero aún así, me puse los pantalones y le respondí: “sí lo haré, a las doce estoy ahí”. Fui corriendo a comprar una hoja, un lapicero y como nunca recordé todas las preguntas que tenía, pero decidí añadir más. Las preguntas que añadí las hice para que una persona con ansiedad pueda ver la entrevista y no se sienta solo, no se sienta “el bicho raro”.
No creí que el medio confiaría tanto en mi al darme tanta libertad al momento de hacer mis preguntas. Creí que ellos me dirían qué decir y qué no. Pero la confianza que puso Entre Líneas Cultura en mí, me hizo sentir agradecido y motivado a hacerlo lo mejor que pueda. Cuando se lo conté a mis padres se sorprendieron porque todos contábamos con que mi entrevista sea en la tarde. Llegué al lugar, cansado, sudado y nervioso, no podía más. Mi jefe, se portó sumamente bien, me dio muchas facilidades, consejos, y sobre todo me dio calma.
Fuimos al lugar donde estaba Roberto y jamás pensé que fuese alguien tan agradable. Su forma pausada y calmada de hablar en sus entrevistas pasadas me hizo creer que era alguien sumamente serio, no fue así. Él fue el entrevistado perfecto, se comportó como si me conociera años y como si fuéramos amigos. Conversó conmigo sobre temas del día a día, sobre su hija a quien dedicó su libro, acerca de Arequipa y hasta de modelos de relojes. Realicé la entrevista, espero que no se me haya visto tan nervioso como realmente estuve. Él me dijo en más de una ocasión: “qué buena pregunta” o “gracias por hacerme esta pregunta”. Así que fui creyendo que de verdad lo hice bien.
Al terminar mi jefe me felicitó, me dijo que fue una muy buena entrevista, sus palabras para mí fueron la recompensa de todo mi esfuerzo. Me despedí de Roberto, nos tomamos una foto y con un abrazo le dije: “espero volver a verlo”. Si algún día él lee este texto, me gustaría que sepa una vez más lo agradecido que estoy por haberse portado así conmigo en mi primera entrevista.
Pasó el tiempo y regresé a la rutina. Me sentía bien, las personas de Entre Líneas se veían felices con mi trabajo, espero que sea así. Mi labor volvió a ser como los primeros días, transmisiones y notas. Pero gracias a los temas culturales que cubre el medio, mi gusto por la cultura aumentó. No eran solo patrimonios culturales o festividades, qué absurdo sería limitar la cultura solo a eso.
Yo no lo sabía, pero existen eventos culturales prácticamente todos los días, y las personas desconocen ello. Ya no era cuestión de solo hacer mi trabajo, había un propósito además de aprobar mi curso de prácticas en la universidad. Yo quería transmitir cultura. Me vi limitado por una intervención que me realizaron en la vista, fue algo sencillo, pero ser periodista y no poder ver una computadora o pantallas, es algo imposible. Entre Líneas Cultura me dio las facilidades y me dijo que no me apure. Agradezco que me hayan apoyado e incluso sin conocer personalmente a todos, me desearon una pronta recuperación.
Mi último trabajo en Entre Líneas fue una entrevista, nuevamente por un libro que sería presentado. Sinceramente no me daba nervios, cuando me dijeron que era arequipeño sentí más calma, podíamos tener temas en común y que todo sea más sencillo. Cuando me dijeron su nombre, investigué al instante muchas cosas sobre él. Hasta que me topé con una entrevista en la que menciona que detesta que los periodistas no conozcan bien el tema y hagan preguntas al azar o las preguntas típicas. Ver eso, me espantó.
Aumentando mi miedo, supe que el escritor fue profesor de mi enamorada en su etapa universitaria. Ilusamente creí que eso me ayudaría, pero me dio aún más nervios. Leí prácticamente todo su libro en un día, luego me enteré que el libro ni siquiera había sido publicado aún. Mi jefe me dijo tuvimos acceso anticipado y me dio algunos consejos. No voy a mentir, creí que Entre Líneas Cultura era un medio como cualquier otro. Pero todo lo que me proporcionaron a lo largo de mis prácticas y todo lo que aprendí me hizo dar cuenta que aquellos que llaman a los medios culturales “ostentosos o alucinados” no podrían estar más equivocados.
Llegué al lugar donde realizaría mi última entrevista para el medio, fui confiado, creo que lo hice bien. No sé si tengo suerte con los entrevistados, pero Orlando Mazeyra también se comportó increíble conmigo. Tuvimos tiempo para conversar un poco, hablando del Melgar y de cómo influye la vida diaria en las cosas que expresamos. Mis preguntas le agradaron, no creí que unos relatos cortos podían plasmar tanto sentimiento, por eso le agradezco a Orlando sus palabras y el regalo que me dio junto a su dedicatoria, de corazón espero que su libro sea un éxito y que las personas puedan conocer su maravilloso arte.
Mis prácticas llegaron a su fin, con mil errores —porque hay muchos más de los que se leen en esta crónica— pero sobre todo con una experiencia inolvidable. La oportunidad que me dio Entre Líneas Cultura fue algo que siempre se quedará en mi corazón, y como algunos dicen, internet es para siempre, así que, si algún día me olvido de esta labor, podré ver mi nombre en la página de Entre Líneas, algo de lo que siempre me sentiré orgulloso.
Espero que todos los practicantes o periodistas puedan pasar por una experiencia así de gratificante, espero que puedan sentirse acogidos en un medio, así como yo lo hice, pero sobre todo espero que amplíen un poco más su panorama, porque el periodismo no es solo amarillismo o espectáculos que tanta cólera me da ver en casi todos los noticieros del Perú.
Gracias Entre Líneas Cultura por la oportunidad, si Dios tiene preparado para mí una labor periodística, espero volver a contribuir con mi trabajo a este medio tan especial.