Por: Orlando Mazeyra
Quiero empezar señalando algo que quizá se pueda considerar audaz, no lo sé. Tampoco importa mucho, pues lo más probable es que este lector entusiasmado que les habla esté equivocadísimo. A pesar de ello, lo voy a subrayar: presiento que Sarko Medina Hinojosa es periodista por necesidad, fotógrafo por placer, pero escritor por vocación. Cuando él tome la palabra ojalá pueda darme algunos alcances al respecto.
Por una inevitable deformación de lector ganado por el realismo urbano he disfrutado de libros como “Palo con clavo y santo remedio”. No obstante, su oficio e imaginación, me han permitido celebrar como el que más de “La venganza de los Apus”, donde narraciones de halo fantástico se cuentan con solvencia y dan muestra de su ostensible crecimiento como narrador.
Hablamos, entonces, de un escritor polifacético y también bastante prolífico que además se las agencia para dar charlas y dictar talleres de escritura creativa en universidades locales y también en las redes sociales.
Uno de los epígrafes del libro me acompañó durante la lectura del libro y se plantea aquella pregunta que puede resultarnos dolorosa: “¿Y si la vida no fuese más que eso? ¿Y si la vida no fuese más que una sucesión de intentos de repetir lo irrepetible?” (Dalmiro Sáenz). Cualquier intento, sabido es, será fallido, un chasco, como aquellos recurrentes fracasos de los personajes de “La palabra del mudo”.
No es mi intención spoilear (palabra de moda) ni contar las historias de “La calle está dura”. Lo único que deseo es, alcanzar, al vuelo, algunas historias que dan una idea cabal de lo que trae la última entrega narrativa de Sarko Medina.
“La infinita razón”, es una narración brevísima y contundente que rompe fuegos y anticipa lo que viene: la calle está tan difícil que podemos ofrecer a lo más amado con tal conseguir unos billetes. ¡Qué desaliento! ¡Y qué impotencia!
Después asistimos a los funerales de Lucas Somocurcio Ballón. Este relato tranquilamente podría titularse “LA MUERTE TE PONE FILOSÓFICO”, un sujeto de familia grande termina por las patas de los caballos. Así nos lo cuenta el narrador de este segundo relato, que hace hincapié en lo que representa la muerte, la conoce tanto que reconoce su olor, cito: “Todos conocemos el olor a muerte, ajena o propia, lo tenemos en las manos, en nuestras almas. Porque la muerte te vuelve filosófico, te hace pensar en que no somos nada, cuñao, así se muere uno en la noche de frío o pasado de vueltas, ¿no?” Así nos sumergimos en la trágica historia del Tuti, porque la muerte todavía no vino por el narrador y por lo tanto siempre se encomienda a la Sarita para espantar a la parca. ¿Hasta cuándo? Sólo el lector tendrá la respuesta.
El cuento “Relevo de pruebas” oculta un ajuste de cuentas que conmueve al lector. Quiero decir que la historia te explota en la cara con un final redondo. En el relato que lleva por título “Poemas encarcelados” descubrimos a Benedetti, el reo no apellida así, como el gran narrador y poeta uruguayo. Ocurre que escribía versos en prisión y cartas de amor. Y además traga cosas que prefiero no contar, para no malograrles el desenlace. Podría seguir hablándoles de cada uno de los textos de este libro que ha sido publicado por Aletheya, pero esto es a todas luces innecesario. Sólo deseo agregar algo más esperando que se animen a leer “La calle está dura”.
En esta sugestiva entrega, Sarko Medina Hinojosa se sumerge con las mejores armas en los ambientes más sórdidos de la ciudad, nuestra querida Arequipa, para aproximarnos a dramas cotidianos que exhiben la peor cara de los seres humanos: violaciones atroces, fumones esperpénticos de toda laya que han perdido la esperanza, parricidas inéditos, prostitutas tristísimas, escolares que escapan del bullying y borrachines condenados a beber la chicha de cáscara de plátano.
En este conjunto de relatos la autodestrucción, el sinsentido, los sueños más cándidos e inflamados y las iniquidades más horrendas ganan derecho de ciudad y sumen al lector en la rabia y la frustración. Altamente recomendable entonces.