La pantalla se abre con All Apologies de Nirvana. “Everyone is gay”, reza una línea, casi como una consigna. En la Ciudad de México de los años cincuenta, tan rota y polvorienta como un cuadro olvidado, aparece él. Un hombre de traje, de rostro tallado en piedra, de nombre Lee —interpretado por un Daniel Craig irreconocible y profundamente humano—. Se mueve entre burdeles de neón y gallos que pelean, entre gritos y humo, entre la luz cansada de una casona donde su alma también se consume.
Un joven entra en escena. Desinteresadamente interesado. Misterioso. Bello. Lee, lo sigue. Porque no tiene opción. Porque a veces amar es una forma de perderse.
«Queer» es la antítesis de «Call Me By Your Name». Donde aquella brillaba en la luminosidad del amor adolescente, esta se sumerge en la densidad de una pasión adulta, obsesiva y quebrada. Guadagnino no busca replicar, sino trascender. Aquí no hay Italia celeste, sino un México espectral, una ciudad hecha de óleos pastosos y callejones rotos. Un lugar donde el deseo es un eco que rebota entre muros sin ventanas.

La historia, basada en la novela de William S. Burroughs, es mínima y absoluta: Lee, se enamora. Eso es todo. Eso es demasiado. El amor que siente es vulnerable, ebrio, ansioso. No correspondido. Se sostiene en la nada, y por eso duele. No hay redención. Solo tequila, polvo, habitaciones rojas a lo Lynch y la certeza de que Daniel Craig siempre se queda solo.
Guadagnino mezcla estilos con una fluidez que roza lo experimental: hay realismo mágico, hay brutalismo emocional, hay momentos en los que la fotografía —dirigida con una mano que parece pintar más que filmar— nos hace olvidar que estamos viendo una película. La cámara se detiene en los silencios, en el humo, en los cuerpos que no se tocan, en los gestos contenidos. Porque la película es, sobre todo, un ensayo sobre el silencio del deseo.
La malagueña suena en un bar semi oscuro, y al fondo un ciempiés se arrastra, indiferente, como el objeto del amor de Lee. No hay explicación, solo atmósfera. La única conexión que tenemos con la historia es ver cómo alguien se enamora sin ser amado. Eso basta. Eso lo arrasa todo. Qué hermosa forma de estar roto.