Por: Miguel Gonzales Corrales – Escritor arequipeño
Uno de los libros históricos más desbordantes en descripciones sobre la antigua Roma es «Memorias de Adriano» (1951) de la escritora inglesa Marguerite Yourcenar. Se trata de una novela, a modo de diario, pero con la narrativa de las memorias, contado por el emperador romano Publio Elio Adriano, de familia hispana y adoptado por el emperador Trajano, el africano, quien, a su muerte, le heredó el gobierno imperial. La historia en primera persona, va dirigida a Marco Aurelio un muchacho a quien adoptó y le sucederá en el trono. Aquí observamos, a lo largo de una prosa fluida y exacta, cómo fueron los tiempos de la antigua Roma. Sus costumbres, sus hábitos, sus problemas sociales, su cultura, religión y conquista en la perspectiva de un hombre mayor quien está a punto de morir y decide dejar sus confesiones para que, de alguna manera, sean difundidas. Se percibe el sacrificio y la lucha por sobrevivir, sobre todo, cuando se tiene la protección de un emperador y hay que realizar los encargos con eficiencia.
Explica la muerte de Trajano y su ascensión al trono como Adriano. Los detalles son exactos cuando explica los sentimientos y el amor por el joven Antonio a quien lo protege, se deduce fue su amante y sufre por su repentina muerte. Su matrimonio forzado con una aristócrata romana por acuerdo de familias y el deseo de poder, más allá de los límites. La forma de apagar las rebeliones de los cristianos, cien años después de la muerte de Jesús. Es una historia que nos introduce en el ambiente Romano y del modo cómo lo cuenta el narrador es atrayente porque se mezclan recuerdos los cuales son más intensos como lo explica el mismo emperador. Ahondar en los detalles sería abrumador, pero el deseo de sobrevivir en un gobierno plagado de personas traicioneras, aun sabiendo que él, como emperador, desciendo de Julio César. Entonces, se percibe que debe cuidarse las espaldas. Desde su perspectiva, se muestra un hombre piadoso, pero en el momento de actuar es severo, drástico y, a veces, iracundo. Es una constante en la novela los detalles palaciegos de un mundo que no conocemos, pero que Adriano nos lo presenta vívido y real.
La autora tuvo un registro exacto de la historia romana, más allá de la ficción, para ilustrarnos cómo se vivió en tiempo de los emperadores y eligió a Adriano como un modelo para, que, a través de él, los lectores conozcan el imperio romano en sus detalles. Quizá, dentro de la herencia de los cesares, Adriano fue el más correcto porque midió su poder tal como se le presentaba. Su presencia es relevante porque en la narración vemos el aspecto psicológico, su introspección donde se muestra como un ser agobiado por una vida, tal vez, que no eligió. Pero asume el poder con toda la responsabilidad que implica. Sus devaneos, sus excesos, sus aprendizajes culturales y el sentimentalismo que muestra por algunas regiones como Turquía, Grecia, su natal Itálica (España), lo hacen sensible, así como también lo enternece Marco a quien adora; sin embargo, se muestra duro para el resto de la sociedad. Es una de las novelas más involucradas sobre realidad de la antigua Roma, solo superada por la trilogía de Trajano del español Santiago Posteguillo. La traducción la hizo Julio Cortázar quien mostró la verdadera intensión de la autora de tan memorable libro.