Por: Miguel Gonzales Corrales – Escritor arequipeño.
La novela «Todas las sangres» (1964) de José María Arguedas es una referencia a la lucha de clases de los poderes ideológicos, idiosincráticos, sociales y racistas que existió y existe en el Perú. Sin embargo, la verdad es que la novela retrata un mundo interno, la esencia peruana, una lucha de poderes que frustran el avance de un pueblo a través de sus gamonales, metáfora alusiva al gobierno. El lugar es San Pedro, pueblo andino, emblema de toda la sierra peruana porque a través de sus pueblos reflejan las diferencias de clases sociales. Encontramos personajes de toda índole quienes, de alguna manera, nos hacen ver lo que son los peruanos, más allá de su protagonista Rendón Willka.
Este es un personaje quien fue a Lima a estudiar y regresa a su pueblo para ayudarlo a progresar, así como a sus habitantes a quienes no desea se queden en la ignorancia. Pero se encuentra con los hermanos Bruno y Fermín quienes se disputan el poder en el pueblo. Rendón no puede contra ellos porque sus diferencias de ideales son muchas: Fermín es más drástico y severo con los maltratos a los indios; el otro, es más tolerante, ferviente católico, violador, trata de buscar una solución para quedarse con la hacienda de La Providencia, la cual es el origen de la disputa, pues su padre, Andrés, nunca les heredó nada. Muerto el patriarca, los hermanos no tienen dimensión en su interés por la hacienda y el dominio de la región, ocupada en gran parte por lo indios quienes trabajan sometidos a maltratos y hambruna, sobre todo por Fermín. En ese momento Willka se enfrenta con ellos, pero no puede hacer nada. Luchará hasta al final por un ideal inquebrantable.
La novela explica el pensamiento de las personas peruanas, ya que hace referencias religiosas como el nombre del pueblo, San Andrés, nombre de un santo, el catolicismo equivocado de don Bruno en posición con la incredulidad e injusticias de Fermín. Rendón Willka es el defensor popular de un pueblo anquilosado por los poderosos, pues los pobladores míseros e ignorantes no tienen derecho de ningún tipo. Por ejemplo, Fermín posee la mina Amparcora, hace negocios con empresas internacionales para que se lleven todo el maneral fuera del Perú y su estatus es intocable. Todas las características de las fronteras sociales del país están inmersas en un desorden sin control. Ni Willka, mestizo, con instrucción, podrá deshacer el poder profundo arraigado con cicatrices eternas, pues San Andrés (el Perú) no tienen futuro porque los poderes que ambicionan todo no dejan avanzar, al contrario, es la figura de la misma explotación de quien más puede contra quien no.
Es un reflejo que expresó Arguedas, lo sintetizó en su novela, es el reflejo de las formas de pensamiento arrastrados desde que fuimos república, aun cuando nunca hubo independencia para los pobladores andinos. Su novela la escribió al mismo nivel que las del naciente Boom de la literatura hispanoamericana. Un auge incomprendido, pues como escribió en el Perú no gozó del mismo prestigio que los otros, fue discriminado. Así se percibe en la mesa redonda de 1965 donde se puso a discusión si su novela era importante o no. En esta sesión participaron José Matos Mar, Jorge Bravo, Henry Favre, Augusto Salazar Bondy, José Miguel Oviedo, Aníbal Quijano, Alberto Escobar, sobre todo los tres primeros criticaron duramente la novela aludiendo que no representaba al Perú; en cambio, los últimos consintieron en la calidad de la novela como contemporánea para su época. Solo al final Arguedas concluyó que había vivido en vano.
Entonces, «Todas las sangres», pese a los años, es un emblema importantísimo del reflejo de la sociedad peruana, representada solamente en la figura de un pueblo andino, tal como lo conoció Arguedas.