Conversemos sobre libros por Miguel Gonzales Corrales
Hace poco leí en un diálogo en Facebook sobre la valoración de la obra literaria de un escritor. De los conversadores, uno reconocía la obra literaria de dicho literato y el otro, la criticaba duramente por la temática de lo que escribía. Sin embargo, se respeta la opinión de cada uno. En cuanto a la valoración de la obra literaria, al margen de las opiniones de los dos interlocutores, me parece, según los estudios literarios, a una creación propiamente de la LITERATURA, se la reconoce por su herramienta básica, el lenguaje, luego vendrán los temas y la trama que desencadenará toda la historia.
No se puede hablar deliberadamente si hay un escritor bueno o malo, realmente. Se puede tener preferencia de uno u otro tipo de escritor por lo que escribe. Esto incluye el lenguaje y la forma cómo se narra una historia o cómo fluye la intensidad de los versos en una poesía. Ahora, si un escritor, por aras del destino o el azar (que hace bien las cosas, según palabras de Cortázar) adquiere un renombre internacional, acompañado de fama, es cuestión del entorno social porque hubo quien ayude a difundir la obra literaria.
Más allá de esto, las obras narrativas, poéticas y dramáticas solo tienen un valor aceptado por el manejo del lenguaje. Si allí se ven deficiencias o no, quizá un lenguaje muy simple, muy complejo o la obra no cumple los cánones de redacción, cuales quiera que sea, como literatura, podría tener un desmerecimiento. No interesa si es regional o local. Las creaciones tienen su valor sui generis. Ahora bien, ¿acaso la literatura, en su esencia, no se da a través del lenguaje?, entonces, ¿hay escritores buenos o malos? O solo es cuestión de preferencia,
En mi caso, yo lo tomo por preferencia porque leo escritores que me llenan literaria y culturalmente de quienes deseo aprender. Al escritor en cuestión a quien me referí al inició de esta reseña es Jaime Bayly. La polémica se tiñó sobre la trascendencia de su literatura y la crítica sobre los temas homosexuales y escándalos que se ve alrededor de su creación artística. Desde luego no voy a ir ni en contra ni a favor de ambas personas quienes dieron sus opiniones. Yo ya expliqué como funciona una obra literaria. En el caso de Bayly, a lo largo de sus innumerables obras, leí dos, «Los últimos días de la prensa» (1996) y «De repente, un ángel» (finalista del premio Planeta, 2005).
En ambos casos, me parece interesante porque critica duramente a la sociedad aristocrática limeña, cuyas corrupciones dominan el Perú. A través de sus innumerables personajes que son tan peruanos, hasta en su forma más corriente de pensamiento nos explica cómo funciona una sociedad, en medio de su pobreza cultural, porque aspiran a más y lo logran gracias al dinero, a cargos importantes sin interesarles ningún tipo de solidaridad por lo más pobres, pues sus egoísmos los ciegan más para poseer mejores comodidades para sus familias y sean respetados para para que nadie los discrimine y menosprecie, aun cuando no poseen ni la capacidad para ostentar los cargos que se le encomienda. Donde las relaciones de parejas se ven sometidos por la sociedad corrupta del engranaje establecido en Lima. Además, si agregamos las técnicas de flash back, las anacronías y el uso ágil de lenguaje de los personajes quienes tienen más protagonismo que el mismo narrador con un habla coloquial, muestra una lectura apreciable, digna de un escritor contemporáneo.
Si se escribe sobre homosexualidad, prostitución, corrupción, delincuencia o rezagos del terrorismo, hay que definir que solo son temas tratados por el lenguaje y es allí donde el lector o la crítica la definen aceptable cómo escriben y cómo lo estructuran.