jueves, noviembre 20, 2025
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Rafia Zakaria en el Hay: una conversación sobre poder, origen y resistencia

Con un pensamiento afilado y una trayectoria marcada por la resistencia, Rafia Zakaria examina los límites del feminismo hegemónico y plantea la urgencia de reconstruirlo desde identidades que rara vez ocupan el centro.

En el panorama intelectual actual, pocas voces resuenan con la potencia y la necesidad de una escritora, abogada y pensadora cuyo trabajo ha desafiado abiertamente las narrativas dominantes del feminismo occidental. Su obra se ha convertido en un faro para quienes buscan un espacio y un sentido propio dentro del movimiento, impulsando discusiones incómodas y absolutamente necesarias. Urge hablar hoy de un feminismo que reconozca a quienes habitan los márgenes y cargan con identidades múltiples.

En esta entrevista  —realizada en inglés y traducida al español para esta publicaciónRafia Zakaria reflexiona sobre lo que significa resistir desde la palabra, sobre cómo se construyen las voces del sur global y sobre la importancia de reclamar espacios donde nuestras experiencias no queden relegadas a notas al pie.

El feminismo desde los márgenes

Su trabajo ha abierto debates fundamentales sobre cómo pensamos el feminismo y desde dónde lo enunciamos. ¿Qué la motivó a escribir Against White Feminism y qué reacciones le sorprendieron tras su publicación?

—Escribí el libro porque crecí escuchando que en nuestros países “no hay feminismo”, que “no hay movimiento por los derechos de las mujeres”. Eso no es cierto. Lo que ocurre es que los lentes del feminismo blanco solo reconocen ciertas prácticas como feministas y descartan otras. Ese filtro borra nuestras historias y nos convence de que no existe pensamiento propio cuando sí lo hay. Esa negación me impulsó a escribir.
Muchas reacciones me sorprendieron, sobre todo las de mujeres que me dijeron: “Por fin entendí que mi experiencia también es feminista”. Eso es lo que más me importa.

Usted ha planteado que en el feminismo también existen dinámicas de poder. ¿Cómo imagina un feminismo verdaderamente global y no colonial?

—Bueno, el feminismo interseccional es precisamente ese feminismo que incluye todas las partes de la identidad de una mujer. No solo el hecho de ser mujer, sino también que quizá soy de piel marrón, o paquistaní, o pobre.

Todos esos aspectos deben ser parte de una identidad feminista. Pero, lamentablemente, incluso ahora dentro del movimiento, muchas feministas blancas quieren que nos describamos solo como mujeres, sin mencionar que somos mestizas, del sur global, o cualquier otro rasgo. Pretenden que eliminemos partes de nuestra identidad, y así no reconocen nuestra experiencia completa.

Un feminismo global tiene que ser interseccional y entender, por ejemplo, que una mujer blanca y una mujer marrón pueden luchar por el mismo trabajo, pero la mujer racializada enfrenta más obstáculos. Para mí, esa es la base del feminismo global.

Su experiencia como mujer pakistaní, musulmana y migrante atraviesa toda su obra. ¿De qué manera influye en su visión del feminismo?

—Definen todo lo que hago. Desde muy joven tuve que dejar a mi familia, mis amigos, mi país y todo lo que conocía. Llegué a una cultura completamente distinta y pronto me di cuenta de que allí me veían como menos: por ser de piel marrón, por ser musulmana, por creer que necesitaba ser “salvada”. Ese es un mito creado por la mirada blanca.

Me casaron cuando era adolescente, me mudé a Estados Unidos y luego dejé un matrimonio abusivo. A los 23 años era madre soltera, sin familia ni redes. Construí mi vida desde cero, sin modelos ni ejemplos a seguir. Todo ese proceso de sobrevivir moldea mi forma de ver el mundo.

Por eso me interesa ser la voz de las mujeres que nunca van a tener una plataforma: mujeres en refugios por violencia doméstica, mujeres migrantes que trabajan 14 horas al día. Ellas fueron quienes estuvieron alrededor de mí cuando yo no tenía nada. Eso es lo que me mantiene motivada: usar mi plataforma para hablar por quienes se preguntan quién va a hablar por ellas.

Rafia Zakaria en conversación con Nelly Luna para repensar la lucha desde la diversidad de voces. Hay Festival 2025

América Latina también vive un proceso de revisión del feminismo, que busca reencontrarse con sus raíces comunitarias y su historia colonial. ¿Qué puntos de encuentro o diálogo encuentra entre su propuesta y los feminismos latinoamericanos?

—Creo que el feminismo latinoamericano también ha tenido que luchar contra el colonialismo y las ideas impuestas desde el norte global. Muchas mujeres piensan que no hay feminismo ni fortaleza en sus comunidades, y eso no es verdad.

Las mujeres aquí han mostrado una resiliencia increíble: han sostenido a sus familias, a sus países, han sobrevivido crisis políticas. Eso es algo que comparten con el sur de Asia, que también ha enfrentado dictaduras, fascismos y opresiones similares, incluidos hombres que dicen: “Ustedes cállense, los hombres deciden”. Esa actitud machista existe en ambos contextos.

Además, es importante recordar que las mujeres del sur global ahora somos la mayoría. Deberíamos ser nosotras quienes marquemos la pauta del feminismo: nuestras experiencias, nuestros problemas. Pero si miras los directorios de las grandes organizaciones que donan dinero para proyectos de empoderamiento, menos del 2% de las personas vienen del sur global, y cuando vienen, suelen ser hombres. Somos invisibles en esta industria millonaria del empoderamiento. Tenemos que trabajar y presionar para cambiar eso.

Vivimos además un tiempo donde las conversaciones sobre género y poder se dan, muchas veces, en las redes. ¿Cómo se construyen hoy las narrativas del poder dentro del feminismo en estos espacios digitales?

—El espacio digital es una bendición y una maldición. Es una bendición porque tenemos una plataforma para amplificar nuestra voz. Pero también es una maldición porque muchas jóvenes consumen redes sociales en soledad; no necesariamente construyen comunidad ni espacios seguros fuera de Internet.

Además, las redes promueven una cultura muy estética. Los reels de Instagram o TikTok empujan a pensar solo en la apariencia, en rutinas de belleza, en compras. Esto aturde el cerebro de las jóvenes y no permite preguntarse: “¿Por qué hago esto? ¿Por qué consumo estos productos? ¿Me sirven?”. Y el problema es que históricamente a las mujeres se nos ha reducido a objetos visuales. Cuando la cultura se enfoca tanto en lo visual, nos coloca de nuevo en ese lugar decorativo, no como personas pensantes. Eso me preocupa mucho.

En el marco de este festival, que promueve el intercambio de ideas entre distintas culturas y lenguajes, me gustaría preguntarle: ¿Qué esperaba de su participación en el Hay Festival Arequipa? ¿Qué conversaciones le hubiera gustado abrir?

Me hubiera encantado tener más conversaciones con feministas peruanas. Conocí a algunas y tuvimos intercambios informales, pero hubiera deseado un evento que nos reuniera a todas: de Estados Unidos, de Pakistán, de Perú. Quería escuchar qué viven diariamente, contra qué luchan.

Aun así, para mí es un honor estar aquí. Nunca pensé que este libro iba a ser traducido a nueve idiomas, nunca pensé que alguien lo leería. Cuando lo escribía, estaba sola. Por eso es tan especial encontrar gente de lugares distintos que lee tu libro y encuentra algo útil para su vida. Siento que es una bendición llevar mis ideas a nuevos públicos.

Y sí, trato de evitar que el feminismo muera. Me preocupa que sea tan blanco, tan occidental, que las niñas del sur global lo abandonen porque no lo sienten propio. Por eso, donde voy, trato de hacer que las personas crean en el feminismo.

Y para terminar, pensando en las nuevas generaciones que están leyendo, creando y buscando sus propias voces. Si pudiera dejar un mensaje a las mujeres jóvenes que leen y escriben desde América Latina, ¿cuál sería?

—Les diría: tengan conversaciones feministas y políticas en Instagram o donde puedan. No se dejen capturar por la estética, por la obsesión con verse bien, comprar ropa o mostrar compras. No caigan en la trampa del consumo.

Ustedes tienen una voz y más poder del que las mujeres han tenido en otros momentos de la historia. Aprovechen las plataformas que tienen. Publiquen, conversen, pero también háganlo fuera de Internet: aunque sean tres, cuatro o cinco, reúnanse y creen espacios seguros para hablar con honestidad sobre la experiencia de ser niña o mujer.

Mientras más lo hagan, mejor será el camino para las que vienen después.

Rafia Zakaria en conversación con Entre Líneas.

Escuchar a Rafia Zakaria fue entrar en un diálogo que desplaza certezas y abre grietas por donde entra otra luz. Su mirada recuerda que el feminismo se sostiene en historias concretas, en voces que insisten incluso cuando nadie las escucha. Ese impulso nos invita a pensar desde nuestras propias raíces, a incomodar lo establecido y a construir un movimiento que no oculte a quienes lo sostienen.

Entrevista por Maria Mendoza.

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