Por: Álex Rivera de los Ríos
Arequipa, 2012: Verano de intensas lluvias y precipitaciones, para variar. Aparte de despercudirme de la universidad, lo más emocionante de esos meses era el taller de escritura narrativa dirigido por el buen Jorge Monteza, al que me matriculé por dos fines específicos: darle vida a un libro de cuentos que se me moría y verificar si, en efecto, yo era el único extraterrestre en esta ciudad de volcanes que se atrevía a pasar las mejores horas de su juventud leyendo y escribiendo ficciones que nadie leería. Allí, claro, no solo conocí a algunos extraterrestres, sino a estupendos y originales extraterrestres. Y entre ellos, por supuesto, estaba Jorge Malpartida Tabuchi. Jorge destacaba no solo por su amable pinta de dibujante de mangas o turista japonés perdido en una ciudad hostil, sino por la claridad de su vocación por las letras. Era un estudiante aventajado y feliz de la carrera de Periodismo en la UNSA, escribía notas y crónicas para La República y leía como un poseso: literatura de todo tipo (fantasía, cómics, ciencia ficción), a autores y autoras que parecían recién inventados. Yo, como estudiante en una universidad ultracatólica y tímido hasta en las borracheras, lo envidiaba, por supuesto. Lo envidiaba en serio.
Decía Ana María Matute que «la infancia es más larga que la vida», en referencia a que, de alguna u otra manera, todos la arrastramos o padecemos en nuestras vidas adultas, más allá de las alegrías o sinsabores que la hayan caracterizado. Más que un periodo temporal, la infancia, el pasado, es una ficción que se va alargando y deformando, y que uno debe contarse a sí mismo para constatar que no estamos locos. Y es lo que hacen los personajes de los cinco cuentos que conforman Contra toda autoridad, excepto… (Aletheya, 2024): deformar el pasado, los ruidos de la juventud, y reconstruirlos con lo que haya a la mano: mangas, animes, poemas, música punk estrofas de reguetón, ovnis, disfraces, para gritarle al mundo que sí, que en efecto esa infancia emocional y física existió, que no es otra mentira del sistema.
«Recuerdo todo eso mientras sigo viendo más películas de animación, en donde los sueños se destruyen y los amores fracasan. A veces es la distancia; otras veces los separa la edad, el tiempo, la naturaleza. Siempre se terminan formando líneas tangentes» (p. 48), sostiene el anónimo protagonista del cuento «La tesis del ángel cruel». Él, un ingeniero aburrido y adicto a los animes, no tiene otro consuelo para sobreponerse a sus días que reconstruir una y otra vez su distante infancia en Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, cuando creyó encontrar el amor verdadero en María Gracia, su ex compañera del colegio. Cada noche, con ese fondo musical de Evangelion («La tesis del ángel cruel»), los animes que su dealer otaku le ofrece y al ritmo del «¿qué hubiera pasado sí…?», inventa y reinventa realidades disparejas, autocomplacientes, que no hace otra cosa que llevarlo a una negación de la realidad: «Su imagen actual ya no es la de una Sailor Scout que lucha por el amor y la justicia», afirma. «Comparo sus fotos actuales con las imágenes del pasado y solo me aparece un ser deforme, un monstruo que se cae a pedazos y se desparrama sobre el molde de mis recuerdos». El final de la historia, que incluye a una prostituta disfrazada de Sailor Scout, una máscara de Pikachu y mucha sangre de por medio, no hace más que darle una respuesta a su delirio: la invención es más confiable que la realidad.
Los seis cuentos del libro responden a diferentes temáticas: evocación o juventud («Nada serio» y «31.10.2005» y el ya mencionado «La tesis del ángel cruel»), de tono periodístico («Cacería extraterrestre al pie del volcán», «Lechuceros») y denuncia («La verdadera leyenda de Percy Pari»). Sin embargo, esa afinidad por la búsqueda a partir de la reinvención, por la deformación del pasado, termina uniendo a todas sus criaturas y haciéndolas cantar a coro. Un verdadero logro técnico y estructural, sobre todo si se trata de un primer libro de cuentos. Aunque cada relato tiene atributos que resaltan esta humilde tesis, quiero mencionar dos brevemente: «La verdadera leyenda de Percy Pari» y «Cacería extraterrestre al pie del volcán». Ambos, aparte de ser los más ambiciosos y disruptivos del libro, son los que mayor entusiasmo me causaron, y estoy seguro de que sus futuros lectores, así como yo, sonreirán torcidamente o le pondrán play a sus antiguos CDs de punk al terminarlos.
«Yo no le tengo miedo a morir porke el punk rock es elsoundtrack del in-fier-noooo», les grita Percy Pary a los chibolos de esta historia, pero en verdad se los grita a Arequipa, al Perú y al sistema que lo ha deformado y lo ha condicionado al silencio. Percy quema y vende CDs piratas de punk en la puerta de El Wecco, un antro para aquelarre de góticos, punkekes metaleros y demás madrugadores amantes del ron y la bulla. Percy solo quiere algo: saltar al ritmo del punk, del verdadero punk, y gritarles a todos: toka, toka, toka nomás, chibolo. Y los chibolos deforman y subsumen su realidad (la realidad de esos años de juventud), en la leyenda de su amigo Percy Pari: gritar, aplastar la batería como una metralleta, balbucear si es necesario, con tal de expulsar el odio que produce lo falso, lo deshonesto, lo absurdo. Pero la realidad vuelve a golpear esta vez, y nuevamente en forma de sangre: Percy es la víctima de las tres cosas que más odia en el mundo: los tombos, los poseros y Arequipa, esa ciudad de mierda. Y solo queda esta declaración de honor: «¿ké razón te queda, Percy? Ser ídolo y terminar sobre la vereda siguen largas noches de licor de ron de ci-ga-rros nada ni una chamba y otra vez la vereda kon un charco sobre la cabez ku a tokas y ya no hay más puertas no hay más furia solo la misma kanción.» (p. 108)
«Cacería extraterrestre al pie del volcán» aplica, a su modo, la misma consigna: Moscoso, el joven periodista limeño que acaba de perder a su padre, viaja a Arequipa a cubrir las actividades de Benjamín Hurtado, un «autodenominado experto en ufología andina». Sin embargo, el lenguaje pausado y el extraordinario empleo de imágenes que desarrolla el narrador, nos devuelve a la misma melodía del resto de historias: el protagonista estás buscando, mediante símbolos y la deformación del pasado, algo que le haga saber que eso que quería, que amaba, sí existía. Y en este caso, ese ser amado, ese ser perdido, es el padre, el símbolo de la infancia. En cada parada, en cada anécdota de avistamientos de ovnis, Moscoso lucha contra el escepticismo y la lógica aprendida por su propio padre, y trata de descubrir en cada luz nocturna de este cielo algo de ese pasado desvanecido, algo de esa historia de la infancia que él se niega a abandonar. Cacería extraterrestre al pie del volcán: «Cada noche en que apareces en mi cuarto, como un espectro, me acerco a ti y trato de coger tu mano. No sé por qué la imagino firme y cálida. A veces, tienes tu rostro deformado, ojos grandes, pupilas dilatadas, cabeza alargada, parecida a la de uno de los marcianos de los cuentos de Bradbury.» (p. 74). Se suele decir que un buen cuento es aquel que cuenta desde las sombras dos o más historias ocultas, que, como en el caso de un iceberg, lo esencial está fuera de la vista; en el caso de esta historia, es al revés: todo está a la vista, allá arriba, en el cielo a veces estrellado de esta ciudad envolcanada.
Finalmente, solo me queda hacer énfasis en la seriedad con que Jorge Malpartida Tabuchi se ha tomado la redacción y construcción de Contra toda autoridad, excepto… A diferencia de algunos de sus personajes, que repiten como un mantra la frase «nada es serio» —eco del famoso verso de Rimbaud: «nada es serio a los 17 años», y a su vez reflejo de un poema de Luis La Hoz, acaso uno de los predilectos del autor—; a diferencia de ellos, decía, Jorge Malpartida se lo ha tomado todo muy en serio, y no ha permitido que los primeros entusiasmos literarios o la desesperación por publicar nublen su trabajo. Para alcanzar esta consistencia estilística, han sido necesarios muchos años de reescritura y lecturas, aulas universitarias, talleres, maestrías, calles y jirones, ciudades, mudanzas, trabajos y, claro, esas dos cosas que todo escritor peruano debe cultivar aunque no le guste: paciencia y transpiración.
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*Este domingo 28 de julio, a las 2 p.m. , se presentará “Contra toda autoridad, excepto…” en la Feria Internacional del Libro, en Lima. La cita es en el Auditorio Izquierdo Ríos. Acompañarán al autor en la mesa de comentarios los escritores Richard Parra y Tadeo Palacios.
* El libro está a la venta en la FIL en el stand de La Independiente (stand 19) y en La Indie (stand 128). En Arequipa pueden adquirir el libro en Fabla Salvaje (Av. Cayma 514).