Corriente, el Encuentro Latinoamericano de Cine de No Ficción, cerró su edición con una semana cargada de talleres, proyecciones y debates que reafirmaron su misión: devolver al cine su carácter esencial, rústico y profundamente humano. Esta segunda semana fue un viaje colectivo que permitió a los asistentes, provenientes de Brasil, Ecuador, Chile, Bolivia, Perú y otros rincones de Latinoamérica, no solo aprender, sino también construir y deconstruir ideas en torno al cine experimental.
La jornada arrancó con la llegada de los becarios, quienes fueron recibidos con la calidez y camaradería que caracteriza a Corriente. Desde ese momento, quedó claro que esta no sería una experiencia ordinaria. Cada taller y proyección tenía la intención de replantear lo que entendemos por cine, cuestionando las narrativas tradicionales y explorando el potencial de lo analógico, lo manual y lo colectivo.
Luis Alvarado inauguró los talleres con La imagen y creación sonora experimental. Este espacio propuso un acercamiento a la música experimental y su relación con el cine, explorando paisajes sonoros que marcaron producciones peruanas de las décadas de 1970 y 1980. A través de un recorrido histórico, Alvarado amplió los horizontes estéticos de los participantes, enfatizando el montaje sonoro y la disrupción sónica como herramientas clave para enriquecer el audiovisual. Su taller no solo fue una lección técnica, sino también una invitación a reconocer el sonido como un vehículo de memoria y resistencia cultural.
María Aparicio, cineasta argentina con tres largometrajes a cuestas, presentó el taller La ficción verdadera: cine y escritura experimental. En este espacio, Aparicio desnudó la fragilidad y el misterio de la escritura cinematográfica. A través de entrevistas, ejercicios colectivos y referencias a textos y filmes, los becarios exploraron la escritura como una aproximación incierta y mutable. Su taller invitó a repensar el cine desde las condiciones del presente, buscando crear una narrativa que refleje las inquietudes, los tiempos y los lugares que habitamos.
El arte de lo hecho a mano
Por su parte, Annalisa D. Quagliata impartió Trazos en movimiento: dibujo y collage con material fílmico. Su taller destacó por el uso de película analógica en formatos como Súper 8, 16 mm y 35 mm, para crear composiciones pictóricas intervenidas a mano. Los participantes se sumergieron en técnicas como pintar, rayar o blanquear el celuloide, descubriendo un cine sin cámara que da vida a imágenes únicas y orgánicas. Este espacio práctico demostró que lo artesanal sigue siendo un terreno fértil para la innovación y la expresión artística.
Desde Ecuador, Martín Baus ofreció una ponencia reveladora: Guayaquil en ruinas y el cine cachinero. Basado en el trabajo del colectivo Guayaquil Analógico, Martín presentó el concepto de cine cachinero: un cine de apropiación, pirateado y trastocado que surge de una investigación sobre las dinámicas urbanísticas, sociales y simbólicas de Guayaquil. La ponencia incluyó la proyección de cortometrajes que encarnan este estilo, como Lugares y 1956. Más allá de lo teórico, la propuesta de Baus dejó claro que el cine también puede ser un acto de resistencia y resignificación cultural.
Corriente no es solo un encuentro de cineastas; es un espacio de interacción, aprendizaje y creación colectiva. Este año, reafirmó su compromiso con un cine más humano, que se aleja de los estándares industriales y vuelve la mirada hacia las raíces. Entre el traqueteo de los proyectores de 16 mm, las discusiones apasionadas y las imágenes proyectadas en las pantallas, quedó claro que lo esencial del cine sigue siendo su capacidad de conectar, de provocar y de transformar.
En un mundo cada vez más digital, Corriente es una bocanada de aire fresco, un recordatorio de que el cine no necesita ser perfecto ni impoluto para ser poderoso. Aquí, lo rústico se convierte en una virtud, lo experimental en una necesidad y lo colectivo en la verdadera esencia del hacer cinematográfico.
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Redactado y locución por: Carlos Mauricio Alvarez @ambrossiox