¿Cómo nace Fertakiri como proyecto y qué te motivó a lanzar canciones bajo este nombre?
—Yo tenía antes una banda de covers que se llama Relevo. Hacíamos tributo a Pedro Suárez Vértiz, rock en español, rock en inglés… pero siempre se tenía la necesidad de hacer temas propios. No se pudo concretar con mi banda por la vida: trabajo, familia, hijos, y cada uno tomó su camino. Pero yo siempre quise hacerlo porque tenía la necesidad y sentía que debía hacerlo.
Es muy difícil juntar gente para formar una banda, y dije: ¿por qué no hacer un proyecto solista? Entonces, en el 2018 comienzo a tocar solo en bares de la ciudad, y haciendo un análisis y una búsqueda, doy con el nombre de “Fertakiri”: Fer, de Fernando; y Takiri, que es una palabra quechua que significa “el que trae la música”, “el que trae la diversión”. Me gustó la combinación y quería que tenga algo peruano. Y así fue como se dio el paso.—
Los videoclips que están en YouTube tienen una narrativa muy fuerte. ¿Qué tan importante es lo audiovisual en tu propuesta?
—Sí lo tomé en cuenta porque, tú sabes, ahora es muy importante lo audiovisual. Ya es difícil captar gente solamente escuchando, entonces tengo que optar también por lo visual. Obviamente la música está por encima de ello, pero para hacerlo más fácil dentro de esta movida de la música, pongo el audiovisual. Y sí me preocupo de que sea profesional, tanto en audio como en video.—
¿Qué artistas han influido en tu sonido?
—El primero que conocí fue Michael Jackson. Vi el videoclip de Smooth Criminal y fue como: “¡wow, qué bacán!”. Yo quiero hacer eso. De ahí, mis papás son bien ochenteros, entonces ya sabes: Guns N’ Roses, Queen, toda esa camada, Led Zeppelin, la vieja escuela.
Y en secundaria era rock peruano, me comenzó a gustar: Líbido, Mar de Copas. Recién a fines de quinto de secundaria algo más difícil de digerir, como el metal: Slipknot, System. Recién entendí, porque antes me parecía solamente ruido, pero luego es como que, poco a poco, como un proceso. No le vas a poner a tu abuelito que ha escuchado toda la vida boleros, metal, porque le parece raro. Algo así fue lo mío.
El rock ochentero es melódico, pero ya con lo alternativo fui digiriendo más. Dije: “Qué chévere, me gusta esto”. De hecho, más vas a encontrar influencias del rock ochentero: ese rock fue el inicio, ese impulso.—
Ahora se apuesta más por mezclar géneros. ¿Cómo construyes tu sonido? ¿Trabajas con un equipo o el proceso es individual?
—El proceso creativo inicia por mí. Bueno, yo con mi guitarra… pasa una melodía rondando por mi cabeza. Me gusta esa melodía y trato de acompañarla con mi guitarra. Luego viene la letra, generalmente es así. Rara vez viene primero la letra.
Con mi guitarra voy imaginando cómo podría ser el bajo y cómo el sonido podría quedar más o menos. Ya con esa idea en un 70%, voy a grabar un demo. Y al momento de grabarlo profesionalmente, ahí sí trabajo en equipo. Trabajo con guitarristas, con bajistas. Porque tú sabes, los dedos de un bajista no son los mismos de un guitarrista, y viceversa.
Yo doy la idea y a veces no me satisface mucho, entonces entro en conversación con los músicos. Por ejemplo, al baterista le digo: “Vas a hacer este redoble, pero si tienes algo que proponerme…” Él me dice: “A ver, dime si te gusta esto”. Y queda. Generalmente voy con una idea bien clara en un 70%, y la termino con todos los chicos.—
Hablemos de la canción “Guerra viral”, que aborda la pandemia de COVID-19. ¿Cómo decides qué letras abordar?
—Al comienzo del proyecto fue catarsis: amor, desamor, que me llega todo… esas necesidades siempre hay. Después te das cuenta de que la música es muy poderosa, que no solamente sirve para cantar: sirve para curar, para divertirte. Tiene muchas finalidades.
Entonces me di cuenta de que puedo dar un buen mensaje a través de esta herramienta. Me comencé a interesar por temas más profundos, de introspección. En “Guerra viral”, por ejemplo, trabajé justo en pandemia como biólogo, y ya te imaginas lo que vi. Muertes delante mío. Eso nunca había visto, me sensibilizó bastante.
La canción salió casi como “sudando”, sin mucho esfuerzo, la verdad. Porque el sufrimiento que percibí con los trabajadores del hospital COVID lo asumí bastante. Y salió la canción. Entonces, se podría decir que es un proyecto multitemático. Me interesan todos los temas: desde el amor hasta temas políticos. Y si se me ocurre hacer una canción que me ayude a curar, como musicoterapia, lo tomo. Porque me aburro con un solo tema.
Ahora estoy en una onda bien rockerita. Más adelante no sé, pero sí me interesa cubrir varios aspectos en cuanto a temática.—

Y hablando de tu nuevo sencillo, “El dolor del placer”. ¿De qué trata la canción?
—Justamente pensamos o tenemos esa idea de que el placer es sinónimo de felicidad. Cuando sucede eso en nuestra mente, sufrimos. Porque pensamos que son sinónimos, pero es otra cosa, y la vida misma te enseña que son diferentes.
Varias personas, incluso yo, creo que por un momento pensé que el placer era felicidad. Y bueno, la vida te golpea. Me interesó ese tema, profundicé, e hice esta canción. La lección de esta canción es que el placer conlleva dolor. Es por eso que se llama así. No todo es color de rosa. Son momentos, no más.—
¿Qué diferencias hay con tu propuesta actual?
—Bueno, mi primer disco fue En la tormenta. Es un disco de diez canciones. Esa fue mi catarsis, porque ya tenía la necesidad de lanzar esas canciones que las tenía compuestas hace tiempo. Hablan de temas como mi primer amor del colegio, temas que todo ser humano ha pasado. Incluso hay un tema “chonguero” que se llama Kimberly, de un chico que se enamora de la mamá de su flaca. Es una canción que yo la pensé, exageré una historia, pero que genera “chacota”, y el objetivo es divertirse, porque la música también es para divertirse.
Mi nueva producción, que es Guerra (el nuevo EP), es la acumulación de seis canciones que he estado lanzando: “El riff del amanecer”, “Guerra viral”, “Salta león”, “Guerreros de la verdad”… Son temas con un mensaje más necesario, más útil. No tanta chacota, con mayor utilidad. Es necesario que estén ambos lados: algo serio y algo para divertirse. Esa es la diferencia. Estoy en una faceta en la que quiero dejar un mensaje.—
Como artista independiente, ¿qué tan difícil es ser músico en Arequipa?
—Todo trabajo tiene su complicación, pero en el caso de la música —sobre todo hacer música que no está muy de moda, como el rock— es más difícil. Porque ahora la cumbia y el reggaetón predominan en el Perú. Y encima ser independiente.
Porque si quisiera facturar más, yo seguiría con mis tributos a Pedro Suárez Vértiz, porque eso demanda bastante. Pero en la situación que estoy, se hace complicado. Porque tengo que asociarme con marcas, buscar gente que apueste por mí o confíe en mí. Tengo que financiar mis proyectos y tratar de que no sea tan terrible económicamente.
Felizmente yo trabajo en otra cosa y financio con eso la música. Porque yo la música la amo. Es mi pasión, es mi propósito de vida. Yo la amo sí o sí.
El anhelo de tener fama… en alguna vez, en la chibolada, yo quise —como todos— tener fama. Pero me di cuenta de que es un propósito vacío y un poco alejado de esta realidad. Prefiero centrarme en el mensaje. Yo lo hago más porque me llena el espíritu. Si viene dinero, bacán. Siempre trato de no perder mucho dinero, que sea equilibrado. Incluso en los conciertos trato de que se cobren todas las entradas, pero es difícil.
Alguno que piensa que quiere facturar desde el primer día… es difícil.—
¿Cómo ves al Fertakiri del futuro?
—Me gustaría tocar en eventos más grandes, donde se pueda escuchar música que abarque más gente. Siempre suelo tocar por el centro, en locales como café bares, cafeterías, en formato acústico o en formato banda. Pero sí quiero escalar a eventos más grandes.
Yo tengo la ilusión de que, generalmente, cuando voy a tocar me piden una de “Pedrito”, porque fui a Yo Soy en 2015. Pero yo no quería que me reconozcan como otro artista. Yo tenía muchas cosas que decir. Me gustaría que me reconozcan por mis canciones. Creo que ese sería el mayor éxito: que me traten por mis canciones, ya no tanto el “yo iré a buscar”, sino que requieran mis servicios a Fertakiri por “El riff del amanecer” o por “Guerra viral”. Algo así.—
Para finalizar, ¿qué consejo les darías a los artistas emergentes de Arequipa para que continúen con constancia su propuesta musical?
—Yo les aconsejo que se hagan un examen de autoconocimiento y se pregunten si la música es su pasión y su propósito de vida. Si es así, ¡para adelante! Al comienzo no piensen en el dinero. Cuando piensas en el dinero vas a querer, de alguna manera, generar todo lo que puedas. A veces, por tratar de pensar en dinero, te absorbe la industria musical.
Si yo estuviera pensando en eso, fácil estarías entrevistando a un reggaetonero con mucho flow, porque es más rentable, más fácil de mostrar. Y como dice Rony Carvajal: “Hay gente tan pobre que solo tiene dinero”.—
Fertakiri continúa en la ruta de construir con autenticidad, equilibrando la catarsis con el mensaje y el sonido con la emoción. Una propuesta que sigue creciendo desde Arequipa, con identidad y propósito.