Moquegua recuerda uno de los hitos más importantes de su historia reciente: el llamado Moqueguazo, una movilización ciudadana que se originó a inicios de junio de 2008 y culminó en una paralización indefinida en demanda de una repartición más equitativa del canon minero, generado por la explotación de cobre en la región.
Iniciada el 5 y 6 de junio como una protesta de 48 horas, las manifestaciones se alargaron a partir del 10 de junio, bloqueando la Panamericana Sur, aislando a Tacna y paralizando toda actividad económica y educativa en el departamento. La medida derivó en serias consecuencias: desabastecimiento de productos básicos, elevación de precios en regiones vecinas, turistas varados y colegios cerrados.
El conflicto surgió porque, aunque Moquegua producía más cobre que Tacna, según el reglamento de canon vigente firmado por el entonces ministro Pedro Pablo Kuczynski, la distribución se basaba en volumen de tierra remanente, no en producción, y favoreció injustamente a Tacna (711 M vs. 244 M soles destinados a Moquegua).
La tensión escenificó su clímax el 16 de junio, día en que durante la protesta se detuvo a unos 50 policías al mando del general PNP Alberto Jordán. Fueron liberados tras intermediar la Iglesia y el Defensor del Pueblo, incluyendo una disculpa pública del oficial.
Tras dos semanas de paro, el 19 de junio de 2008 se firmó un acta de ocho puntos con el presidente del Consejo de Ministros, Jorge del Castillo, que resolvió la controversia. El documento incluyó compromisos para modificar la fórmula de reparto y mejorar la inversión pública en infraestructura, tras lo cual la región levantó el paro y se restablecieron las comunicaciones.
Día de la Dignidad Moqueguana
A raíz de esta lucha, en octubre de 2012, el Consejo Regional de Moquegua declaró oficialmente el 16 de junio como el “Día de la Reafirmación de la Dignidad, Identidad y Unidad Moqueguana” conocido popularmente como el Día de la Dignidad Moqueguana, mediante la Ordenanza Regional N° 012‑2008‑GRM.
En años recientes, esta fecha se ha convertido en una jornada simbólica en la que se realizan ceremonias oficiales con izamiento de banderas, discursos representativos y actos cívicos en lugares como el cruce de Montalvo, sitio emblemático de la protesta.
Este legado se enlaza con la identidad moqueguana, forjada no solo en la defensa de sus recursos, sino también en su rica historia que abarca desde su fundación en 1541 hasta su papel en la independencia del Perú. Moquegua es hoy conocida como la “capital del cobre” y territorio de fuerte arraigo cultural.
Memoria viva desde el arte
Con un enfoque audiovisual, el periodista y académico moqueguano Gustavo Pino, junto al coproductor Pedro P. Casani, presentó en agosto de 2021 el documental “Moqueguazo: La batalla por el canon” un registro emocional y riguroso de la protesta del 2008. El autor nos comenta que el documental no solo cumple una función de resguardo de la memoria colectiva, sino que también lanza una alerta: evitar que el olvido se imponga y que la ciudad vuelva a adormecerse. Porque si bien el canon se obtuvo gracias a la movilización en las calles, el reconocimiento y la escucha activa de esa lucha aún son demandas vigentes.
“Contar el Moqueguazo en un documental en el 2021 fue otro viaje. No tenía los mismos permisos que la ficción. Aquí no podía inventar: tenía que escuchar. Y lo que escuché fue todavía más potente. Voces que no salieron en las noticias, silencios que dolían más que los gritos.”

En complementación al formato audiovisual, Gustavo Pino también abordó el Moqueguazo en su ópera prima literaria La Ciudad Dormida (Aletheya, 2017). Aunque concebido originalmente como una novela, Gustavo menciona que el libro no pretende ofrecer una explicación del conflicto ni funcionar como una crónica o una defensa de los hechos. Su propósito es capturar ese estado liminal entre la rabia y la apatía, entre una juventud que anhela rebelarse y, al mismo tiempo, se ve condicionada por la costumbre de obedecer.
“Cuando escribí La ciudad dormida, todavía estaba vivo el recuerdo del Moqueguazo. No como un acto político, sino como un momento en que una ciudad entera decidió despertar. Yo crecí entre sus calles, vi cómo se llenaban de humo, de rabia, de dignidad. Pero también vi cómo, después, regresaban al letargo.”
Este 2025 se cumplen 17 años del Moqueguazo, una fecha que no solo remite al recuerdo de una protesta histórica, sino que también reactiva las exigencias por una evaluación crítica de los avances logrados desde entonces. La demanda por una inversión pública equitativa y una distribución justa del canon minero sigue vigente, recordando que la dignidad conquistada en las calles aún necesita traducirse en políticas efectivas y sostenibles.