Con oportunidad de asistir a una de las presentaciones de “Fragmento de una noche”, dialogamos con Renzo Quintanilla, quien es director de la obra, dramaturgo y actor, Licenciado en Artes Escénicas en la Universidad Argentina de la Empresa (UADE) de Buenos Aires.
Los personajes son interpretados por los actores Joaquín Ogusco y Renato Pinto, en el papel de Ramiro y Valentino respectivamente. La puesta teatral se estrenó el pasado 27 de enero en Teatro Umbral (Calle San Francisco, 204 Int.) y tras dos funciones ha sido bien recibida por el público arequipeño. La obra será presentada durante la próxima semana en tres funciones más —a las 20:00 hrs— el miércoles 8, viernes 10 y sábado 11 de febrero.
Al compás de música nostálgica, con una botella de alcohol en mano y el recuerdo inexacto de dos amigos se desarrolla “Fragmento de una noche”, una propuesta recientemente presentada en Arequipa que aborda una serie de reminiscencias amicales con una voz eufórica, juvenil y catártica.
“A las 3 de la mañana, en un callejón de la ciudad, Valentino y Ramiro esperan [bebiendo licor] a sus amigos del colegio para celebrar el after de su baile de promoción. En el transcurso de la noche los recuerdos de ambos se mezclarán, poniendo en duda sus memorias [y su realidad]”, sinopsis de la obra.
Comencemos. ¿Cómo surge la obra y por qué decides titularla de esa manera?
La obra surge del crecer propio, también del hecho de que mis amigos ya estaban comenzando a crecer y la vida no es la misma. Yo venía acá el verano y ellos trabajaban. Entonces eso para mí era fuerte y me planteé la idea de qué pasaría si alguien no quisiera crecer y se empeñara en estar atrapado en un bucle —él mismo en su cabeza y producto de la sustancia que nos mueve en esa época que es el alcohol— yo recuerdo haber tomado muchas veces a los 16 o 18 años hasta morir. Justo en este pensamiento —curiosamente— estaba escuchando la canción “El ultimo huayno” [de X Dinero] que a mí me parece una eminencia, donde [el músico] a pesar de ser muy grande en edad, es muy joven en los conciertos. Entonces la idea surgió allí… comienzo a hablar con los chicos, les digo que voy a escribir una obra y que me gustaría que fuese en la etapa en la que eres entre adolescente y adulto, como a los 17 años y en lo que sería el fragmento de una última noche, después del baile de promoción, el cierre de la etapa. Con esas preguntas comencé a escribir lo que vemos en la obra: las circunstancias, qué es la vida, qué es un recuerdo… y me entró la idea de que la nostalgia es un luto constante. Los instantes y los momentos van muriendo, como una persona. Entonces la nostalgia no es más que la pérdida de algo, hacer un luto y seguir con la vida.
Esa es la idea de la fiesta eterna…
Así es.
Bueno, en uno de los diálogos se dice “a mí me gusta que en mis recuerdos todo esté bien, incluso lo que no”, eso lo dice Valentino…
Si.
¿Por qué decide finalmente que los personajes sean así?
Me parece que es más potente en escena que los dos personajes estén todo el tiempo en la obra. Me parece que tenía que haber una antítesis entre los dos, porque si no, dramaturgicamente hablando podían volar mucho y tenía que haber un cable a tierra. Está el que quiere la fiesta eterna —todos hemos tenido un amigo así— que es el que sacamos donde no hay y está el otro que es más calmado. Entonces quise ver hasta dónde puedo extremar a estos personajes, justamente el personaje de Valentino decía “cómo será una persona entrada en años y caprichosa de esa manera”, como el tío borracho que todos tenemos. Saturando un poco a los personajes, comencé a encontrar cierto equilibrio, aterrizando a Ramiro más a tierra diciendo: “¡No van a venir!”, como una negación constante de la acción del otro y viceversa. Así fue como se planteó a los personajes y cómo fueron evolucionando también. En el primer ensayo yo imaginé a los personajes un poco más condicionados, más volubles con las decisiones, pero me di cuenta que no funcionaba, que tenían que ser por los extremos para poder generar una catarsis final en la obra, que después de todo acepten una última despedida.
¿Y por qué decidió que los diálogos fueran tan eufóricos?
Porque es justamente la edad en la que están, el adolescente vive en otro ritmo, siempre está acelerado y quiere instantáneamente todo… bueno, yo recuerdo que mi generación era así, me imagino que la de ahora debe ser peor todavía. Queremos todo al instante, todo rápido, somos muy eufóricos y a veces hacemos cosas por presión de grupo. La personalidad del adolescente aún no está del todo formada y está supeditada a presiones sociales. Yo lo veo en perspectiva y digo ¡Wow!… a mis 25 años es impensable salir y ponerme de esa manera, gritando y saltando. Haciendo locura y media.
¿Los actores realmente estaban bebiendo?
Lo probamos, te juro que lo probamos, yo quería que tomaran porque me parecía que se podía llegar a un estado etílico suave, pero que sea genuino. Lo probamos una vez y fue bastante complejo por…
¿Diálogo?
Si, diálogo… a veces había algo en el ritmo, claro que no es culpa de ellos también porque están toda la obra tomando, entonces fue algo que probamos. Funcionaba, pero dije: es algo muy arriesgado esto. Mejor probémoslo de la manera tradicional a ver cómo queda y quedó excelente.
Ahora, hay una serie de misterios en cuanto a los personajes, por ejemplo, su edad. ¿Tienen la edad que dicen? ¿Lo que sucede es realmente lo que sucede? Claro, según la narración de ellos.
No. Es el recuerdo dentro de Valentino y él modifica el recuerdo como quiere, por eso siempre se niega al “¡Van a venir! ¡Van a venir! ¡Van a venir!”. Se niega ante la modificación del recuerdo. Valentino es mucho más grande, tiene 30 años aproximadamente, han pasado 14 años desde que tenía 16, está un poco más entrado en años, mientras que Ramiro es mucho más chico, pero la diferencia no se nota mucho por el registro de Valentino, el cual está un poco pasado, eufórico siempre, más de la cuenta… es porque yo me imagino así a una persona de 30 queriendo ser un chibolo; él exagera porque no le es natural.
¿Cómo fue el proceso creativo respecto a la dirección y el trabajo de los actores?
Yo tenía una idea muy preconcebida. Originalmente en la primera versión había una rocola, atrás, eso como te habrás dado cuenta no existe…
Esta la gotera…
Una gotera, claro para dar el efecto de lluvia, pero no existía una rocola y yo estaba muy encaprichado en cómo quería que sea y luego me di cuenta que eso era un error de director novato y que el actor tiene mucho para darte. Entonces, yo comencé a modificar varias partes del texto —unas sutiles, otras más grandes— en favor de lo que los actores me ofrecían y siento que ese feedback es lo que hace que una obra funcione. Porque si uno es unilateral, la otra persona también tiene algo para aportar, tal vez no está tan cómodo y tú no lo sabes. Esa fue básicamente la construcción, un feedback constante para ver que funcionaba y que no.
¿Cómo fue el proceso de selección de los actores y cómo ve su desempeño?
Yo en realidad a ellos los conozco hace años, yo justo este año estoy regresando… pero ellos dos aún están en Argentina, a Joaquín [Ogusco], el personaje de Ramiro, le falta un año para terminar la carrera y Renato [Pinto], en el personaje de Valentino, ya terminó la carrera el año pasado. Entonces, yo siempre tuve la idea de hacer una obra juntos y ya que estaba orientado a la dirección y dramaturgia, les propuse una idea: “miren voy a escribir algo, léanlo y díganme que opinan”. Yo ya había trabajado con ellos dos, con Renato estuve en Arlequín, con Joaquín también y siempre quise trabajar con esas energías. En mi dramaturgia estaba en la puesta de saber cómo eran las energías de ellos y escribí pensando a qué actor le iba a dar el papel.
¿Qué busca transmitir con la obra y cómo espera que el público la reciba? ¿Qué es lo que quiere que se lleven al ver “Fragmentos de una Noche”?
Lo difícil que es el tiempo. A veces uno cree que el teatro tiene que darte una enseñanza, una bajada de línea, y a veces es una experiencia. Hablo mucho de la nostalgia, de qué es el tiempo, de crecer y creo que a cada uno le toca eso de distintas maneras. Lo que yo espero [del público] es primero que se entretengan, considero que el teatro —no es un parque de diversiones obviamente— pero el mensaje que tu quieres hacer llegar o la sensación que quieras transmitir tiene que ser a partir del entretenimiento del público. Puedes ser el inventor del viaje a marte, pero si no sabes comunicarlo no sirve de nada. Lo primordial es eso, después transmitirles esta angustia que yo tengo con el paso del tiempo y tercero que hagan una catarsis conmigo. Está [miércoles 31 de enero] es la segunda función y yo he llorado las dos veces en cabina, entonces yo los invito a que hagamos esta catarsis juntos y a cada uno le tocará de distinta manera, en un distinto lugar, pero quiero que reflexionen sobre el avance del tiempo.
¿Durante estas presentaciones cómo ha recibido el público arequipeño la obra? ¿Qué comentarios le han llegado?
Bastante bien, la primera función ha sido muy linda. La sala estuvo llena, les encantó y había siempre un par de preguntas, como: ¿Esto que quería decir? Y esto otro… pero en líneas generales me dijeron que salieron muy movilizados. Para mí es fundamental que el espectador cuando esté comiendo diga: ¡Wow! Sigo angustiado, movilizado por lo que vi… y eso me dijeron. Un tío mío me dijo: “yo quería tomar después de tu obra, quería tomar con mis amigos, verlos”. Hay algo de esa nostalgia que los ha tocado.
Dan ganas de tomar con los actores (ríe) …
Si, también con los actores (ríe.), bueno, así hasta el momento he recibido críticas muy positivas y siempre creo que hay cosas que corregir y al pasar el tiempo las iré corrigiendo, no sé si en esta obra, sino en otro proyecto más adelante, pero en líneas generales estoy muy contento con el recibimiento del público.
Bueno, por último. ¿Qué otros proyectos tienes en curso? ¿Algún proyecto quizá para desarrollar en Arequipa?
Yo tengo la idea de desarrollar dos proyectos más en Arequipa, uno a mitad de año y otro en diciembre y me gustaría incursionar un poco más con lo musical, pero no desde el punto de vista de atmósfera que da el teatro, sino desde lo vocal y sin caer en el teatro musical convencional. Justo mi carrera me ha dado también las herramientas para poder jugar en ese entorno, evidentemente también quiero que sean obras propias, eso lo tengo como pauta, pero me gustaría decantar un poco por la sátira. Siento que hay temas que todavía no se pueden tocar porque la ciudad o el país es aún muy tabú, pero si lo abordas desde la comedia hay algo que afloja y lo toman como: bueno no es la realidad, ni un drama, estamos riéndonos un rato. Me gustaría eso, llegar al público desde otro lugar.
¿Qué temas abordarías?
Bueno, la corrupción. No solamente aqueja a Perú, sino que en Argentina también la he visto, es un problema latinoamericano que a mí me preocupa bastante y sobre todo en la salud. En mi caso tuve parientes que estuvieron muy enfermos y no pudieron acceder a medicinas porque no tenían la plata, costaba una infinidad. Era básicamente por el sistema de salud, entonces hay algo de sátira particularmente en el tema de la corrupción que me gustaría abordar en relación a la salud. Es aún una nebulosa, porque tengo un montón de ideas, pero en general me gustaría tocar la sátira de la cotidianidad. No irme a temas muy fantasiosos, como verás esto es Arequipa y como dicen: Pinta tu pueblo y pintarás el mundo.
Entrevista por Rivaldo Vásquez.