Preludio de lo inevitable
La leyenda negra de Arequipa sobre su participación en la guerra con Chile, no es más que un mito para algunos y una verdad irrefutable para otros. Corría el año 1881, tres meses después de las Batallas de San Juan y Miraflores, un joven, de 34 años, propuso rendirse ante los chilenos durante el discurso de apertura del año académico en la Universidad Nacional San Agustín. Su nombre era Belisario Llosa y Rivero —bisabuelo del nobel Mario Vargas Llosa (MVLL) —. Años más tarde algunos considerarían esa acción como cobarde y emisora de un mensaje derrotista. Sin embargo, para el historiador y director de la biblioteca MVLL, Mario Rommel Arce, fue una actitud sin nada que reprochar ante lo inevitable: la llegada de los chilenos a suelo arequipeño.
Por otro lado, se encontraba Hipólito Sánchez Trujillo, quien publicó artículos encendidos en periódicos de la época, incitando al pueblo arequipeño a alzarse en armas.
«Ambos pertenecían al grupo intelectual de la época que se dividió en dos partes, los que apoyaban la guerra y los que solo querían la paz—explicó Rommel Arce—. Y ambas posturas eran entendibles por el contexto social en el que se vivía. No se podía acusar de traición a la patria a nadie por no querer derramar más sangre. Ahora todo es fácil de explicar. Pero, en ese entonces, era una conversación de sordos, donde en un solo escenario había varios intereses en juego».
A esta última declaración, el historiador Hélard Fuentes Pastor indicó que se debió recordar, «como mencionó en una entrevista Andrés A. Cáceres, que en esta época primaban los prejuicios sociales, la indiferencia y los actos de traición por parte de militares y autoridades que ante una historia crítica debemos desmitificarlos y colocar los hechos en su verdadera dimensión. En Arequipa sí hubo resistencia, sobre todo, de carácter popular, mientras sus autoridades negociaban con los chilenos y sus jefes militares desarmaban la guardia nacional y se mandaban a cambiar a otro lugar. ¿Qué hubo? Cobardía y traición de personajes como Montero, desconcierto en la política militar y espíritu de lucha en el pueblo arequipeño a pesar de la desorganización —preguntándose—: ¿Con qué moral resiste un pueblo cuyas autoridades se rinden o son indiferentes?».
1881 y 1883: Momentos difíciles
Ante el desorden y desorientación del poder, el vicepresidente Lizardo Montero asumió la presidencia provisoria (1881 – 1883), trasladando su gobierno a la Ciudad de Blanca, que en 1882 se convirtió en la capital del Perú.
El caos social que se vivió en esos años llevó a tomar decisiones que marcarían la historia del país. Según Rommel Arce, el 22 de abril de 1883, se instaló en Arequipa el congreso donde el alcalde Diego Butrón apoyaría la corriente de ceder territorio nacional a Chile a cambio de la paz. Sin embargo, meses más tarde, el 23 de octubre, el ministro arequipeño Mariano Nicolás Valcárcel, firmó una carta que comunicaba el acuerdo entre autoridades militares y el Gobierno, en el que se pactaba la resistencia a la ofensiva chilena.
Inexplicablemente, el 26 de octubre del mismo año, los militares liderados por el contraalmirante piurano y vicepresidente del Perú, Lizardo Montero, huyeron a Puno, dejando a la ciudad desguarnecida.
«Diego Butrón fue juzgado como cómplice de Montero, luego que este abandonara la ciudad. Fue dramático su final. El pueblo castigó su supuesta traición con la muerte. Aunque ya para entonces en Lima se había firmado el tratado de Ancón que puso fin a la Guerra», mencionó Arce.
Arequipa: Guerra y héroes
El 29 de octubre de 1883 se sintieron las botas del ejército enemigo en suelo arequipeño. La Iglesia San Agustín «fue el recinto que sirvió como caballeriza para los chilenos cuando ocuparon Arequipa entre 1883 y 1884», señaló el investigador Rommel Arce. Este templo no fue el único vejado durante la guerra, los chilenos levantaron sus cuarteles en las iglesias de Sachaca y Tiabaya. Permanecieron alrededor de 5 meses en la ciudad, donde la provocación, por parte del bando contrario, fue constante.«Hubo casos en que los oficiales chilenos intentaron abusar de una pobladora de Quequeña. Los pobladores saltaron en su defensa matando a dos de ellos. Lamentablemente terminan fusilando a los pobladores. También tenemos el caso de la Higuera de Cayma, donde un campesino fue fusilado por evitar el robo de su ganado. La población vivió con rabia esos días. Es un error decir que Arequipa traicionó a la patria, porque ofreció héroes como Manuel Ugarte, Isaac Recabarren, Carlos Llosa, Mariano Bustamante, entre otros», añadió. Lo que siguió después es historia conocida por todos, pero que muchos queremos olvidar.
Arequipa, 2016.
Por Gustavo Pino.