El quechua, también hablado en otros seis países de América Latina, ocupa el primer lugar entre las lenguas originarias en Perú, seguido por el aymara.
De acuerdo con el censo realizado en 2017, aproximadamente 4.5 millones de peruanos tienen una lengua indígena como idioma materno, y un 13,6 % considera al quechua como su lengua principal.
Sin embargo, como advierte Hugo Coya, expresidente del Instituto de Radio y Televisión del Perú y promotor de los primeros noticieros en quechua, este número podría ser incluso mayor.
«Las cifras son discutibles por un problema de racismo y de clasismo. El quechua y las lenguas originarias han sido identificadas tradicionalmente con la gente con una menor cultura o analfabeta, por lo que muchas no reconocen que hablan una lengua originaria cuando se les pregunta”, sostuvo.
Carlos Molina Vital, lingüista y docente de quechua en el Centro de Estudios de América Latina y el Caribe de la Universidad de Illinois (EE.UU.) señaló que «todavía hay parte de la población que solo usa el quechua y no se maneja con comodidad con el castellano».
El quechua obtuvo estatus oficial en Perú en 1975, gracias a una disposición del gobierno militar liderado por Juan Velasco Alvarado.

Posteriormente, la Constitución de 1993 reafirmó esta condición al declarar que el quechua, el aymara y «las demás lenguas aborígenes» son oficiales en las regiones donde predominan. En 2011, se promulgó una ley que busca proteger y fomentar las lenguas originarias, garantizando, al menos en teoría, que sus hablantes puedan interactuar con el Estado en su idioma nativo.
Esto supone que las instituciones públicas deben contar con intérpretes para atender a esta población. No obstante, Gustavo Zambrano, exdirector general de Derechos de los Pueblos Indígenas, reconoce que «plantea fuertes dificultades técnicas y operativas en todo el país, y por eso el Ministerio de Cultura viene impulsando un registro de traductores e intérpretes al que pueda recurrir cualquier entidad pública que lo requiera».
A pesar de los avances normativos, la mayoría de organismos estatales siguen operando exclusivamente en español, como se evidenció en el Congreso.
«La realidad es que la economía, la política, la justicia… todo funciona en español. Si uno quiere que le escuche el Estado tiene que hablar español».
Santiago Roncagliolo, escritor y periodista
Históricamente, el quechua y otras lenguas indígenas fueron asociadas con comunidades campesinas e indígenas, sectores históricamente marginados, mientras que el español se identificaba con las clases dominantes, los mestizos y los grupos urbanos de Lima y la costa.
Este estigma provocó que muchos hablantes de lenguas originarias aspiraran a aprender español, especialmente si lograban una mejora en su estatus socioeconómico. Como consecuencia, el número de quechuahablantes fue disminuyendo, segun la Base de Datos de Pueblos Indigenas u Originarios (BDPI) al inicio del siglo XX, el quechua era la lengua materna del 60% de la población, mientras que al inicio del siglo XXI, este porcentaje se redujo al 15%.
En tiempos recientes, se ha observado un renovado interés por el quechua. Según MINEDU más de 1.2 millones de niñas y niños aprenden en quechua, aimara y otras lenguas originarias en Perú.
Jermani Ojeda, comunicador comunitario de Apurímac señaló: “En Arizona y en otras partes de Estados Unidos hay muchos grupos minoritarios que aún conservan el quechua. Mientras la comunidad quechuahablante en Perú es de 3 millones, aquí (Estados Unidos ) hay grupos de hasta menos de 2 mil, pero hay esfuerzos desde el gobierno para mantener esa cultura y que ellos produzcan libros y hasta canciones”.
El contexto actual representa una oportunidad favorable para retomar una aspiración compartida por muchos peruanos. Existen los recursos humanos y técnicos necesarios; sin embargo, la concreción de esta meta depende principalmente de la voluntad política. La preservación y vitalidad de la lengua estarán aseguradas en la medida en que la sociedad peruana la valore y promueva, lo que convierte este asunto en una cuestión tanto de decisión política como de ejercicio del poder.
Redacción Germain Soto