martes, abril 1, 2025
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Literatura y resistencia: la voz de la mujer en las letras

No se nace mujer, se llega a serlo. Simone de Beauvoir

La literatura es un producto social. Eso es innegable. Como producto, como forma de expresión y como herramienta de crítica de todo lo que nos atañe, la literatura cumple su rol de fuego, de socavar hasta los temas más crudos y oscuros.

El problema de la literatura hoy en día en muchos colegios ha sido su reducción a la mnemotecnia: recordar, memorizar y marcar la respuesta correcta. La literatura ha dejado de ser aquella herramienta que aviva mentes creativas, mentes que buscan un lugar donde puedan crear en libertad, mentes que encuentran en la palabra una forma de resistencia frente a las múltiples formas de banalización que nos rodean y emergen en cada esquina o calle. La literatura ha perdido su labor de faro, de guía. Y esta ha sido la causa de que, en consecuencia, nos encerremos en lo poco que se sabe de este mundo ilimitado de libros, autores, estudios, temas, etc.

La literatura es un universo amplio; dar un paso en él es descubrir que aún nos falta mucho por conocer. Y cuando abordamos el tema de la literatura escrita por mujeres, el panorama literario se ensancha mucho más.

A lo largo de la historia universal, las mujeres han sido censuradas e ignoradas. Su papel se ha reducido a las labores domésticas, la maternidad y la vida en el hogar. ¿Una mujer intelectual? ¿Una mujer escritora? La respuesta ha sido clara. El patriarcado, a lo largo de la historia, ha relegado la participación femenina a un asunto sin discusión, ínfimo, anodino. Pero cuando surge la rebelión, el patriarcado busca la forma de legitimar su poder.

Para comprenderlo mejor —sin abordar el todo, sino solo lo particular—, recordemos que cuando Clorinda Matto de Turner escribió y publicó Aves sin nido (1889), los grupos conservadores (Iglesia católica, latifundistas, el patriarcado) reaccionaron con furia. En defensa de las “buenas costumbres”, quemaron la novela en distintas plazas de las ciudades más importantes del Perú, allanaron su casa y la exiliaron del país.

O pensemos en los insultos que Juan de Arona dirigió a Mercedes Cabello de Carbonera: “Mierdeces Cabello de Cabrón”, solo porque ella le ganó en un concurso de novelas. Casos como estos hay muchos. Pero lo cierto es que la mujer ha perdido el miedo a hablar.

A las mujeres siempre se les ha prohibido hablar de sí mismas. Han sido tema de poemas y novelas, pero cuando una mujer toma la pluma, empieza a descubrirse a sí misma. La mujer se convierte en el sujeto de enunciación. Observa su entorno. Escribe para ser mujer. Una mujer no nace siéndolo: su camino empieza cuando toma conciencia de sí misma, cuando entiende que su cuerpo también es una forma de expresión, una forma de rebelión. Hoy, la mujer necesita hacerse a sí misma. Y encuentra en la literatura una vía para concebirse en medio de discursos que solo buscan humillarla.

No cabe duda de que el trabajo será arduo, pero es necesario comprender que la literatura no es solo un curso de fechas, memorizar libros y años de publicación. Es avivar el sentimiento de que las cosas deben mejorar, es incentivar nuevas plumas que aún no han sido motivadas por la fuerza de las letras. Hay razones para no quedarse quietos y hacer algo.

Existen figuras femeninas que nos obligan a repensar el papel de la mujer y continuar su reivindicación. Hablo de Flora Tristán, quien llegó a este país y nos dejó una obra magnífica para comprender nuestros agitados comienzos como república y nuestras falencias —falencias que aún nos atormentan—. Hablo de María Nieves y Bustamante, quien con su novela Jorge o el hijo del pueblo (1892) nos adentra en la historia de Arequipa y su papel como baluarte de la democracia en la guerra civil de 1856 a 1858.

Tenemos mujeres que han escrito, luchado, sudado. Su trabajo no queda en silencio. Su legado pervive. Pero, ¿cómo recordarlas? ¿A través de la educación memorística o mediante una enseñanza que motive a otras mujeres a tomar la pluma e iniciar la producción de obras que realcen su espíritu y su visión del mundo?

“No se nace mujer, se llega a serlo”. Quizás ahora, lo dicho por Simone de Beauvoir sea mucho más claro.

Artículo de: André Matías Gutiérrez Calizaya

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