Los relatos de Pelea de gallos se internan en la vida de mujeres violentadas, niñas en peligro, empleadas domésticas sometidas al silencio, y adolescentes atrapadas en la violencia simbólica de la familia. Cada historia es un estallido. Las protagonistas son siempre vulnerables, pero no pasivas.
Desde el primer cuento —Subasta—, se plantea un tono urgente. La escritura es afilada, y cada frase parece tallada con rabia contenida. Ampuero no suaviza: confronta. Los cuerpos femeninos son presentados no como objetos, sino como territorios en disputa.
Escritura visceral, sin concesiones
Una de las características más notables de este libro es su tono. La prosa de Ampuero es cortante, veloz, con una cadencia que recuerda al lenguaje oral, pero con una elaboración que no deja nada al azar. El lenguaje tiene aquí un uso político: visibiliza, denuncia y expone.
En entrevista con El Comercio, la autora declaró: “No me interesa la literatura que calma. Me interesa la que sacude”. Y Pelea de gallos cumple esa consigna con creces. Es literatura incómoda, sí, pero absolutamente necesaria.

Una lectura que incomoda y remueve
El impacto del libro ha sido inmediato en círculos literarios de Lima. Ha sido leído en clubes de lectura feministas, en bibliotecas comunitarias y en talleres de escritura. No es un libro amable, pero sí uno que abre debates y preguntas urgentes.
Con esta obra, María Fernanda Ampuero se alinea con autoras como Samanta Schweblin o Mariana Enríquez, en la medida en que convierte lo íntimo en materia política. Su voz encuentra eco en el Perú, donde las temáticas que aborda —violencia, género, poder— siguen siendo heridas abiertas.
Reseña por Camila Luciana Carpio Pacheco
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