Martes, Noviembre 26, 2024
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Mariano Vargas Vilca: “Rock en El Agustino se enfoca en una zona poco revisada por la historia del rock en Lima”

Escritor buscó romper con los límites de la cultura establecida y proponer nuevas fronteras

Entrevistamos al escritor Mariano Vargas Vilca sobre algunos detalles de su obra “Rock en El Agustino. Noticias de un circuito alternativo al este de Lima: 1989-1995” y el proceso que realizó para escribirla. Este es un libro que narra la historia de la escena rockera del distrito de El Agustino, ubicado en las periferias de Lima.

¿Cómo consideras que fue el recibimiento a este libro?

La recepción del público ha sido positiva. Tanto en Lima como en otras regiones del país ha sido agradable. Sin embargo, en los medios de comunicación la recepción no ha sido la más esperada. Hubo poco interés en esta nueva propuesta. Sin embargo, los medios alternativos están dando la batalla por la difusión.

¿Consideras que debió merecer más cabida en los medios tradicionales?

Sí, más aún en las páginas culturales de algunos medios ‘grandes’, a las que incluso mandamos ejemplares del libro.

¿Cuál fue la piedra angular para escribir este libro sobre la escena rockera de El Agustino?

Por la disciplina que yo estudié (Literatura), estaba realizando análisis literarios sobre letras de las canciones de Los Mojarras. Esto se hacía enfocándose en el discurso que proponen las canciones de la banda. A partir de este estudio, se abre una oportunidad para abordar la génesis de esta escena. Por esta razón, en 2016 -de manera tímida- inició un trabajo de campo que se prolongó a principios de este año (2022). Acá me doy cuenta que en El Agustino no estaban solo Los Mojarras, sino que habían más bandas articuladas que incluso crearon ‘El Agustirock’, un festival muy conocido, pero del que se sabe muy poco, históricamente hablando. Cuando tomo conocimiento y contacto con otros rockeros, me persuado de cambiar de rumbo. Dejo de hablar de Los Mojarras para tratar la historia del rock en El Agustino del año 1989 al ’95.

En estos seis años en los que hiciste el trabajo de campo ¿Cuál crees que fue la principal dificultad?

Tuve diversas dificultades. La primera tuvo que ver con mi propia formación académica e intelectual, porque yo estudié Literatura. En esta carrera, el trabajo de campo involucra revisar archivos, bibliotecas, etc. Por la índole de mi profesión, no estaba acostumbrado a realizar entrevistas. Incluso concretarlas es difícil. Eso lo suelen hacer profesionales en Comunicación o Ciencias Sociales.

Otra dificultad -que también tiene que ver con mi propia formación- era que yo estaba acostumbrado a revisar productos de ‘alta cultura’ como literatura, poesía, narrativa, obras de teatro, etc. Por esta razón, el encontrar los factores urbanísticos, históricos y más que influenciaban en la escena, se me hizo difícil.

Para lidiar con esto, estudié la teoría sociológica con el fin de analizar la forma de socialización de los rockeros de la zona. Cabe resaltar que yo no tenía contacto con esta literatura antes de escribir el libro.

Antes mencionabas que la escena rockera de El Agustino no tiene tantos estudios como otras ¿Crees que hay otros distritos en Lima de los que tampoco se hablen mucho?

Sí. Una de las principales dificultades es la escasa información. Si bien el interés se generó en los 90s, cuando se desarrollaba la escena, el acercamiento a ella fue superficial. Hay otros distritos como Comas, Villa María del Triunfo, Villa El Salvador, e incluso en el Callao, en los que hay una escena poco abordada por los especialistas. Cabe señalar que uno de los primeros grupos de rock del Perú, Los Incas Modernos, salió de El Callao.

Ya sean Los Mojarras o cualquier otra ¿Consideras que hay una banda que sobresale en tu obra o todo fue obra de la colectividad?

El caso de Los Mojarras es curioso, porque se forma en interacción con el resto de las bandas del distrito y Hernán Condori (“Cachuca”) fue incorporando -audazmente- a otros músicos para su banda. Esto no mermó la carrera de las demás agrupaciones, sino que las obligó a conseguir nuevos integrantes y a abrirse a nuevos espacios, al punto que se realizó El Agustirock. En el año 1995, este festival tuvo cerca de 10 mil personas.

¿Cuál fue el pico de popularidad de la escena de El Agustino? ¿Cómo se encuentra la escena actualmente?

El año ’95 quedó como un hito en la historia rockera de este distrito, porque se articuló un festival de grandes dimensiones. Esto se logró porque Los Mojarras ya eran conocidos; ya habían salido en ‘Los de arriba y los de abajo’ y lograron insertarse en medios como Uranio 15. Ese fue el pico más alto del festival.

Sin embargo, en 1995 también se rompe la comunidad de los rockeros, que estaba generada por personas cercanas, que se unían por la confianza. Esto se disuelve porque -al principio- el Agustirock era organizado por los rockeros de El Agustino; pero en el año ’95, Hugo Martínez -manager de Los Mojarras- tomó la organización del festival, por lo que todos pensaron que el festival les había sido arrebatado. Debido a esto, los fanáticos y músicos acusaron a Martínez de usurpador. Pero eso no era tan cierto. Varios de los miembros de la escena ya habían engendrado familias, por lo que ya no podían sostener a sus bandas. Todo esto provoca un sisma en el colectivo. A partir de esto, los rockeros de El Agustino no se articulan de la misma manera. Había muchos celos y envidias. Hasta el día de hoy no se hizo un Agustirock con la misma magnitud del ’95.

Volviendo a la poca información que se tiene. Anteriormente, mencionaste que en Lima hay un centralismo entre los propios distritos, donde no solo se ignora a El Agustino ¿Crees que esto también se da en otras regiones?

Sí, creo que no es una novedad. El centralismo está en la gestión pública y privada del Perú. En las últimas décadas hubo un esfuerzo descentralizador, pero que se vio mermado por la corrupción. No solo se levanta entre Lima y las demás regiones, sino que también entre distritos de la capital. Por esta razón, la historia conocida del rock limeño solo pasa por Barranco, Miraflores y llega, como máximo, hasta la avenida 28 de Julio en el centro de Lima. Todo parece acabar ahí. La gran mayoría de estudios no consideraron otras realidades. Este libro se concentra en esa parte que no se ve. Espero que sirva para que haya más estudios del rock de las periferias de Lima.

En el libro hablas de los prejuicios que se tienen contra el rock, como la rebeldía ¿Consideras que este sesgo se disipó o aún permanece?

Creo que ese tipo de prejuicios disminuyó con el tiempo, pero no creo que desaparezca porque los prejuicios tienen raíces demasiado largas. Si bien, los prejuicios no desaparecen, se diluyen bastante con el tiempo.

¿Qué proyectos tienes actualmente?

La mayor parte de mi producción es ficción narrativa. “Rock en El Agustino” es mi primer libro de no ficción, que se hizo por el interés de revelar una realidad que casi no se toma en cuenta.

Actualmente, estoy preparando una novela sobre obreros latinoamericanos en París, que es donde yo estudié la maestría. Sucede que París es vista como un foco de atracción cultural por los latinoamericanos. Muchos artistas van a este lugar para desarrollarse culturalmente. Incluso, varios escritores peruanos centraron sus actividades en este punto. La novela que estoy preparando, y que lleva por título “Compañía de demolición”, quiere romper con este paradigma. Quiero meter nuevos personajes. Estos son obreros que, cansados del trabajo que realizan, deciden unirse para formar una compañía de demolición. Yo lo veo como un proyecto gemelo a “Rock en El Agustino”, debido a que son realidades poco abordadas por los escritores. Si los acercamientos al rock limeño se han concentrado en la Lima central, ahora propongo a El Agustino. Esa es mi vocación, romper con los límites de la cultura establecida y proponer nuevas fronteras.

Por Orly Vides (Orlando Cáceres Vides).

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